Para llevar a cabo este experimento, publicado en la revista 'Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition' ('Diario de Psicología Experimental: Aprendizaje, Memoria y Cognición'), los investigadores contaron a los participantes que se había inventado una nueva técnica, que en realidad no existía, con la que se podía medir la calidad del sueño.
Luego los conectaron a una máquina que medía la frecuencia de las ondas cerebrales durante dos noches, registrando su actividad cerebral en hojas de cálculo con muchas fórmulas, y al día siguiente a un grupo de estudiantes se les dijo que su fase de sueño REM había sido superior al de la noche anterior (28,7% en un sueño muy profundo) y a los demás que su fase de sueño REM había sido inferior (tan solo del 16,2%).
Tras conocer los resultados de su sueño REM, se sometió a ambos grupos a una breve sesión de cinco minutos sobre la importancia de la calidad del sueño y sus repercusiones en el rendimiento cognitivo. Curiosamente, resultó que los estudiantes que creyeron haber pasado "una buena noche" rindieron mejor en la prueba cognitiva que medía su capacidad de escuchar y procesar la información.
Los autores sostienen que lo que se les dijo a los estudiantes acerca de su sueño se conoce como "el sueño placebo". El efecto de la información recibida constituye en sí mismo un efecto placebo que tiene que ver con lo que piensa la persona respecto a su tratamiento. "Estos hallazgos apoyan la hipótesis de que la forma de pensar puede influir en los estados cognitivos en ambas direcciones, positiva y negativa, sugiriendo medios para controlar la propia salud y la cognición", concluyen.