Hace años los psicólogos Matthew Botvinick y Jonathan Cohen llevaron a cabo un experimento que consistía en enseñar una mano de goma a un grupo de personas que tenían las manos escondidas debajo de una mesa, fuera de la vista. Entonces los psicólogos rozaban simultáneamente la mano del participante y la mano artificial con un pincel, de manera que al verlo en contacto con la mano de goma y sentir también el tacto de otro pincel en la suya propia, los voluntarios empezaron a asociar lo que percibían sus ojos y lo que experimentaban con el tacto, hasta tal punto que aseguraron tener la sensación de que el pincel ya no tocaba su mano, sino solo la mano artificial que tenían delante.
Ahora, unos investigadores italianos decidieron estudiar nuestra percepción con un enfoque diferente: en vez de 'incorporar' un objeto a nuestras sensaciones, ¿podemos llegar a sentir que una parte de nuestro cuerpo no está viva? Los científicos ocultaron detrás de una pequeña pantalla las manos de los participantes del experimento de manera que no pudieran verlas, y acto seguido empezaron a golpeárselas suavemente con un martillo. Al mismo tiempo, cada vez que el martillo entraba en contacto con su mano, algunos de los conejillos de Indias oían una grabación del sonido de un martillo golpeando mármol.
Unos cinco minutos después estos participantes empezaron a sentir que sus manos eran pesadas, rígidas, como si se hubieran convertido en mármol. Mientras, en el otro grupo en el que el movimiento del martillo y el sonido no estaban sincronizados, los participantes no tuvieron tal sensación.
Aunque el experimento parezca extraño, ha permitido a los científicos entender mejor la relación que se establece entre nuestros sentidos y el cuerpo, algo muy importante para el tratamiento de trastornos neurológicos, así como para lograr que las personas que necesitan prótesis las sientan como si fueran realmente una parte de su cuerpo.