A pesar de que nuestro Sol es un caldero hirviente de gases, metales, radiación y reacciones nucleares, sigue siendo bastante 'manso' en comparación con otras estrellas que tienden a devorar a los planetas que giran a su alrededor.
Trey Mack, de la Universidad de Vanderbilt, EE.UU., ha estado observando dos estrellas similares al Sol y ha logrado determinar lo que ocurre cuando estas empiezan a aspirar y vaporizar planetas rocosos como la Tierra. Mack llegó a la conclusión de que es más fácil encontrar sistemas solares que alberguen planetas similares a la Tierra si se descodifica la composición química de sus estrellas.
Aunque las estrellas puedan parecer el villano de la historia, los verdaderos 'culpables' son otros planetas. "Los planetas rocosos se forman en una región cerca de la estrella, donde hace calor, mientras que los gigantes gaseosos se forman en la parte exterior del sistema planetario", recuerda Mack. El científico indica que en algunos sistemas las estrellas comienzan a migrar hacia el interior, donde su gravedad puede forzar a los planetas rocosos a sumergirse en su estrella. "Si planetas rocosos caen en la estrella, se obtendrán características químicas particulares que podemos detectar", dice.
En el curso de sus investigaciones, Mack, junto con un colega y el supervisor de su estudio, el profesor Keivan Stassun, examinó la composición química de un par binario de estrellas conocidas como HD 20781 y HD 20782.
Lo que descubrió fue que ambas estrellas contenían niveles elevados de elementos como aluminio, silicio, calcio y hierro, que son fundamentales en la formación de planetas similares a la Tierra. Esto llevó al equipo a concluir que una de las estrellas había 'ingerido' al menos 10 planetas del tamaño de la Tierra, mientras que la otra había engullido al menos 20.
Así, la búsqueda de planetas que podrían albergar vida podrían centrarse en estrellas con altas concentraciones de metales. Sin embargo, Stassun dice que este valioso trabajo pone de manifiesto que la verdadera cuestión parece ser la forma en que muchos de los planetas potencialmente habitables "evitan el destino de ser devorados por sus estrellas".