Al principio, los voluntarios y el robot funcionaron en sincronía, lo que les permitía experimentar la desconcertante sensación de estar tocando su propia espalda. A continuación, al retrasarse los movimientos del robot en unos 500 milisegundos, los participantes aseguraron estar viendo hasta cuatro fantasmas a su alrededor y sentir que el dedo robótico que les tocaba pertenecía a una presencia invisible.
Uno de tres voluntarios sintió como si lo estuvieran observando y tocando apariciones, mientras que otros dos se sentían tan incómodos que pidieron parar.
Los investigadores consideran que este experimento puede ser una prueba de que los fantasmas o sensaciones de presencia pueden surgir cuando las señales del cerebro se confunden y, por un momento, este pierde de vista la posición del propio cuerpo. Este fenómeno suele ocurrir a causa del estrés, enfermedad o pena, o en situaciones de esfuerzo intenso como, por ejemplo, el montañismo.