La principal causa de los problemas que experimenta el lago es la falta de control de las aguas fluviales que lo alimentan, al igual que en el caso del Aral, indica la revista digital Slon.ru.
Hasta el momento, la superficie del Baljash es de 16.000 kilómetros cuadrados. Tiene 600 kilómetros de extensión desde oeste a este. Y es único por constar de una parte con agua dulce (la más grande) y otra, situada en el extremo este, con agua salada. Ambas están unidas por un estrecho de poca profundidad, de entre 5 y 6 metros, por lo que podría decirse que son dos lagos diferentes.
Cerca del 75% del agua que desemboca en el lago proviene del río Ilí, que nace en la región china de Sinkiang y discurre a través de regiones montañosas bastante pobladas. En la década de 1960, en su curso medio se construyó una central hidroeléctrica, que retiene parte del caudal en un embalse.
Según estiman los ecólogos, la implementación de todos los proyectos existentes reducirá un 40% el caudal hacia el año 2050. Esto implicará unas consecuencias desastrosas para el lago Baljash.
Primero se va a aislar la parte oriental, de agua salada, que en pocos años se convertirá en un desierto salino. Para que eso suceda solo basta con que el nivel de agua descienda unos 4 metros. Luego, bajo los efectos de los cambios microclimáticos, la parte más grande también se fragmentará.
Las consecuencias destructivas de la contaminación y la desertización de la cuenca ya son una realidad. Según distintas estimaciones, en medio siglo el volumen de la pesca en Baljash disminuyó un 80%. Y eso que en los tiempos de la URSS alcanzaba las 17.000 toneladas anuales, el nivel más alto entre todos los lagos de la Unión Soviética.