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Mujeres africanas, víctimas de los rituales ancestrales

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Algunas familias de origen africano o árabe todavía practican un ritual antiguo, conocido como "ablación genital femenina", que para muchas chicas se convierte en una tragedia de toda por vida.

Algunas familias de origen africano o árabe todavía practican un ritual antiguo, conocido como "ablación genital femenina", que para muchas chicas se convierte en una tragedia de toda por vida.

Jay Kamara es una de las víctimas de esta forma de mutilación. Sus progenitores la intervinieron con el  supuesto objetivo de inculcarle la pureza, la modestia y la feminidad. “Estaba en una habitación, en el suelo, recuerdo muchas manos”, cuenta Jay. “Mi boca estaba tapada y con mis piernas abiertas, sentía dolor, un dolor que nunca me dejará. Yo puedo comprender qué se siente al perder una mano o un pie. Después la persona tiene como dolores fantasma”, expresa.

El fenómeno de mutilación de los órganos sexuales femeninos es hasta ahora una práctica común en más de 30 países de África y Oriente Medio. La historia de este ritual cuenta con muchos siglos: se cree que los primeros casos tuvieron lugar en el antiguo Egipto y luego se expandieron al resto del continente. Actualmente algunas religiones, incluso el Islam, la prohíben, pero la cruel tradición sigue viva. En el Reino Unido la práctica fue prohibida en 1985.

Según la organización de derechos femeninos Forward, cada año 6.500 chicas corren el riesgo de ser víctimas de este ritual que entraña varios peligros, entre ellos la esterilidad, los problemas durante el parto y, sobre todo, la muerte por hemorragia.

La mayoría de las veces las chicas no tienen posibilidad de elegir. “Reconocemos que en algunas comunidades es algo habitual. Algunas mujeres después de la operación quieren que se haga lo mismo con sus hijas”, dice Andrew Fraser, miembro delComité de defensa del niño. “Para ellos puede ser una cuestión de educación, pero estamos hablando de un acto que es ilegal”, continúa.

“Odio la palabra mutilación. En lo que a mí respecta yo no estoy mutilada, estoy circuncidada”, confesa Jay Kamara. “El término de por sí ya es muy negativo. Muchas personas podrían vivir normalmente y hasta pasear por las calles si no estuvieran marcadas por esta palabra”, señala.

Además del efecto psicológico y social que supone la costumbre, este tipo de operación es una flagrante violación de los derechos de las mujeres. Por eso, la Organización Mundial de la Salud, asumiendo todo el daño que causa, intenta ubicar al máximo este problema en el ámbito jurídico.

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