Resulta que las lejanas galaxias están mucho mejor estudiadas por la humanidad, que lo que se encuentra bajo la corteza terrestre a pocos kilómetros de nosotros.
El pozo Superprofundo Kólskaia (o de Kola), proyecto de prospección científica de la URSS de la corteza terrestre, que se encuentra en la península de Kola (norte de Rusia, región de Múrmansk) ha refutado muchas de las convicciones científicas muy asentadas, al igual que ha deparado a los científicos, nuevos y numerosos enigmas acerca de nuestro planeta. ¿Sería el temor a que todo lo que hemos sabido hasta ahora fuera mentira lo que obligó al cierre definitivo de la iniciativa?
Los propósitos del viaje a las profundidades secretas de la Tierra fueron concebidos a principios de los años 60 simultáneamente en varios países. Los científicos intentaban sondear los pozos en aquellos lugares donde la corteza era de menor espesor con el fin de llegar hasta el Manto. Así, los estadounidenses perforaban en la región de la isla Maui en Hawái, donde según las investigaciones sísmicas, las rocas antiguas se encuentran aproximadamente a la profundidad de 5 kilómetros bajo la capa oceánica. Pero ninguna de las perforadoras -por razones que aún se desconocen– ha logrado sobrepasar los 3 kilómetros de profundidad. La única que tuvo ‘suerte’ fue la ‘Superprofunda de Kola’.
Aunque según los primeros proyectos nacionales se pensaba perforar en el mar Caspio o en el lago Baikal, en 1963 el químico Nikolai Timoféev convenció al comité Estatal de Ciencia y Tecnología de la URSS que la base perforadora debía situarse en el continente ya que los resultados obtenidos serían más exactos y tendrían mayor importancia científica.
Entonces fue elegida la península de Kola como lugar de perforación profunda. Precisamente en esta zona se encuentra el llamado Escudo Báltico, compuesto de las rocas de 3 billones de años de antigüedad. La excavación comenzó el 24 de mayo de 1970, usando máquinas sondeadoras Uralmash-4E y, posteriormente, Uralmash-15000.
Un taladro, que era de unos 20 centímetros de diámetro y estaba provisto de numerosos sensores en su punta, podría ser comparado con una ‘aguja superfina que atraviesa la corteza terrestre’. La herramienta traspasó un tercio de la corteza continental báltica, cuyo grosor se calcula en 35 kilómetros, y extrajo a la superficie rocas de 2.700 millones de años de antigüedad.
Las labores de profundización no sólo estaban acompañadas por éxitos, sino además por numerosos problemas y averías que perseguían continuamente a la ‘superprofunda’. En la mayoría de los casos las razones de las averías no tenían explicación lógica o científica: algunas veces el cable de la perforadora se diluía totalmente o desaparecía en el fondo subterráneo sin dejar rastro. Otras veces se podía oír ruidos espantosos que parecían gritos y lamentos de “las almas que purgaban sus pecados en el infierno”, por lo que el pozo de Kola recibió en la década de los 90 el nombre del 'pozo del infierno', dando lugar a escalofriantes leyendas.
En los primeros 30 años de la existencia de la perforadora los científicos de la Unión Soviética y luego de la Federación de Rusia llegaron a alcanzar la profundidad de 12.262 metros, y cada nuevo metro era una verdadera revelación científica. El pozo de Kola demostró que casi todos los conocimientos anteriores no sólo eran imprecisos, sino totalmente erróneos.
El granito lo encontraron a 3 kilómetros más bajo que se suponía, mientras que el basalto no figuraba en ningún lado (lo que contradice a la teoría de que la Tierra representa ‘una tarta de capas’). Otro descubrimiento se refería a las temperaturas. "Hasta los 4 kilómetros todo iba de acuerdo con la teoría, pero luego empezó un verdadero fin del mundo" cuenta David Guberman, director del Centro de Investigación Kólskaia Superprofunda. “Los cálculos teóricos decían que la temperatura del Escudo de Báltico seguiría siendo baja, pero a unos 5 kilómetros ya había superado los 700º C, y a los 12 kilómetros los 2.200º C, lo que era 1.000º C más de lo pronosticado). Otro hallazgo inesperado también se debe al pozo: resulta que la vida en nuestro planeta empezó 1.500 millones de años antes de lo que se pensaba. Los investigadores encontraron microorganismos de 14 especies distintas, cuyos orígenes se remontaban a más de 2.800 millones de años. Aún más profundo, donde ya no hay rocas sedimentarias, apareció el metano en grandes concentraciones, lo que desmiente por completo la teoría del origen biológico de hidrocarburos como petróleo y gas.Pese a los abundantes descubrimientos geológicos y químicos, en 1995 las excavaciones en Kólskaia fueron suspendidas por falta de recursos financieros. Sin embargo desde los abismos terrestres siguen saliendo enigmáticos ‘gritos y lamentaciones’ que no han sido explicados o descifrados por los científicos. La Tierra, según parece, sabe guardar celosamente sus secretos más profundos.