El mar de Aral, ubicado en Asia Central, se ha convertido en una de las tragedias ecológicas más importantes, debido a su paulatina desaparición. Pese a los esfuerzos de varios países por contener su desecación, uno de los lagos más grandes del mundo sigue cediendo terreno ante el desierto.
Hace sólo unas décadas, el Mar de Aral superaba en superficie a Costa Rica. Sus aguas solían bañar y dar abundancia a las tierras calientes de Asia Central. Ahora es sólo un desierto.
La Unión Sovietica plantó en sus alrededores inmensos campos de algodón para terminar con la dependencia a las importaciones de este material, pero acabó por agotar los ríos que afluían hacia el Aral. Con cada década que pasaba, el mar fue desapareciendo, hasta quedar reducido a un charco de arena y sal, una combinación dañina que contamina el aire y los seres vivos.
Los hospitales locales reciben cada vez más enfermos de un tipo de tuberculosis resistente a múltiples fármacos. Murat Baysymov, mayor de las Fuerzas Armadas de Kazajstán revela: “nuestro gobierno nos paga un 50% de lo que se llama 'extras ecológicos' en nuestros salarios. Lo hacen con los que viven cerca de Baikonur, donde se lanzan los cohetes y en el Mar de Aral. Tenemos serios problemas de salud, los jóvenes no son aptos para el servicio militar.”
Una residente local que prefirió no dar su nombre, dice que recuerda cómo familiares y amigos comenzaron a caer enfermos: “surgieron nuevas enfermedades que nunca habíamos visto en tal cantidad, especialmente respiratorias. Mi marido tiene bronquitis crónica. Así es como vivimos. No se ve la sal en el aire, pero se siente en la piel y en la boca.”
Con la desaparición de la Unión Soviética, los nuevos estados independientes de Asia Central asumieron el difícil reto de recuperar el ecosistema de la región. Fue entonces cuando salieron a la luz otras verdades, como el uso de fertilizantes químicos en los cultivos que envenenaron las aguas.
Ardanbai Asambaiev, médico del hospital central declaró: “la tierra también está muy contaminada. En esencia estamos viviendo en una zona de desastre. En el pasado teníamos de 150 a 160 pacientes por año, en su mayoría niños con enfermedades intestinales, ahora son cerca de cinco por año. Lo mismo con la hepatitis viral. Todo esto gracias al agua potable”.
Hace tres años, la llamada Fundación Internacional para salvar el Mar de Aral intervino para proteger a la gente del agua contaminada. Medet Ospanov, miembro de la fundación ha contado: “el proyecto del agua potable resuelve muchos problemas. Cuando es posible se conducen las tuberías a los pueblos y a las aldeas lejanas, creando sistemas locales de distribución de este líquido vital.”
La construcción de un dique para contener la desecación contribuyó a recuperar el nivel del agua en el Mar de Aral Norte. Sin embargo, queda todavía un enorme trabajo por hacer, especialmente en el sur, donde el gran nivel de salinidad causó la muerte de los peces. La gran pregunta es si los esfuerzos de la comunidad internacional bastarán para superar las consecuencias del abandono y la mala gestión de decenas de años.