El Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. anunció el viernes la reducción al mínimo recomendado de la cantidad de flúor que se añade al agua potable. Este es el primer cambio que se hace en los últimos 50 años.
Gran parte de las comunidades del país ponen flúor en las redes públicas del agua: se estima que hoy en día consumen este tipo de aditivo unos 196 millones de estadounidenses. La tendencia existe desde 1945: se considera que la sustancia previene el deterioro dental. Expertos de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) afirman que la medida permitió bajar la tasa de caries en la población en entre un 40% y un 60%, y comentan que por cada dólar invertido en agregar flúor al suministro de agua se han ahorrado unos 38 dólares en tratamientos dentales. En su época el Gobierno calificó la innovación como uno de los mayores éxitos del sistema de salud pública del siglo XX.
Desde 1962 el rango aconsejado de presencia del aditivo fluoruro en el agua potable es de entre 0,7 a 1,2 miligramos por cada litro. Sin embargo, ahora la norma permitida será limitada a los 0,7 miligramos por cada litro. La decisión se debe a una reciente investigación de la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU. (EPA, por sus siglas en inglés), realizada con el fin de evaluar los posibles riesgos que tienen los consumidores de sufrir una sobredosis de flúor. El estudio reveló que en efecto hay un importante número de menores de edad que resultan expuestos a cantidades demasiado grandes de la sustancia.
Los CDC en su comunicado oficial acentuaron que el problema principal es que actualmente "los estadounidenses tienen más fuentes de acceso al flúor frente a las que tenían cuando la medida se introdujo por primera vez". Hoy en día la sustancia está presente en la pasta de dientes, en el enjuague bucal e incluso en suplementos que reciben algunos niños, con lo que la suma total en varios casos resulta más que excesiva. Subrayan que, aproximadamente, dos de cada cinco adolescentes entre 12 y 15 años de edad ya muestran manchas en sus dientes causadas por la sobredosis de flúor.
Los médicos comentan que si una personas sigue sometiéndose al consumo excesivo de esta sustancia a lo largo de toda su vida podría desembocar en daños más graves, como "elevar las probabilidades de fracturas óseas y provocar efectos en los huesos que podrían causar dolor y debilidad". Por este motivo, los funcionarios han optado por disminuir la presencia del flúor en el agua.