La manera de cazar propia de los smilodones, un género de felinos de colmillos enormes ya extinto, sigue planteando varias cuestiones. Imaginemos a este depredador persiguiendo a su presa, alcanzándola, abriendo la boca tan ampliamente como para que los colmillos de, al menos, 20 centímetros de largo le permitieran morderla.
Durante mucho tiempo, los zoólogos y paleontólogos no podían entender cómo era esto posible en los tigres dientes de sable ya que los felinos modernos no poseen esas capacidades por tener los músculos de las mandíbulas colocados de manera distinta.
Per Christiansen y sus colegas de la Universidad Aalborg de Dinamarca estudiaron los fósiles bien conservados de los smilodones hallados en los posos de asfalto en territorio estadounidense. La reconstrucción de la musculatura mandibular de este depredador extinto mostró que el animal no mordía muy fuerte a sus presas en comparación con los felinos modernos, pero sí podían abrir la boca más ampliamente.
El tigre dientes de sable se lanzaba contra sus presas, que a veces eran especies muy grandes como búfalos, caballos o el perezoso gigante (también extinto), las apretaba contra el suelo y luego asestaba un golpe con sus notorios colmillos. Pero no podía estrangular a la caza de una vez como lo hacen los felinos modernos, agarrándola por el cuello. Los músculos de su mandíbula eran relativamente débiles.
Los depredadores dientes de sable acababan a sus presas de otra manera, la que conoce todo propietario de gatos domésticos. La mascota, cuando se le ofrece un trocito de carne, agarra la supuesta 'cabeza' del botín y lo sacude de lado a lado, reteniendo otra parte por la pata. Los smilodones hacían lo mismo: no mordían a la presa, sino que clavaban los colmillos en su cuello después de romperlo porque tenían sus propios músculos del cuello muy fuertes.
Christiansen indica que la "especialización" en la manera de matar en la caza al final provocó la extinción de los tigres dientes de sable porque llegaron a depender de un tipo especial de presas, animales grandes y relativamente lerdos, mientras que los felinos más rápidos y hábiles -los ancestros de los tigres y leopardos modernos- eran capaces de vencer prácticamente a todos.