Si rechazamos la energía nuclear, ¿qué alternativas tenemos?
Estos días el mundo tuvo una triste oportunidad de comprobar que el “átomo pacífico” no es nada inofensivo. Ante la amenaza de un desastre nuclear en Japón varios países ya se replantearon la cuestión de la seguridad de la producción de energía nuclear. En varios de ellos se han iniciado revisiones de las medidas de seguridad en las centrales nucleares.
En Alemania, y a raíz del evento en la central nuclear Fukushima, se tomó la decisión de suspender el funcionamiento, para una revisión detallada, de los siete más antiguos reactores ubicados en su territorio.
En varios Estados de Europa miles de personas salieron a las calles para demandar que se rechace el uso de los reactores nucleares debido a su alta peligrosidad.
No obstante, la energía nuclear desempeña un papel muy importante en los países desarrollados que no disponen de muchos recursos naturales, por ejemplo Francia, Bélgica o Finlandia. En cuanto a Francia, el 80% de la energía generada en ese país es atómica, 40% en el caso de Corea del Sur. Por su parte, el 20% de la energía consumida en EE. UU. proviene de centrales nucleares.
Varios países han apostado a este tipo de energía por considerarla eficaz y menos contaminante que las energías tradicionales o de otros tipos que implican emisiones de gas carbónico. Sin embargo, incluso los impactos medioambientales secundarios, vinculados con el reprocesamiento del combustible nuclear y el almacenamiento de los deshechos radiactivos, convierten al sector nuclear en uno inmensamente dañino para el medioambiente.
Además, la producción de energía en centrales nucleares es mucho más cara que en centrales de gas o carbón. De acuerdo con datos de estudios realizados en la Universidad de Tecnología de Massachusetts en 2009, el costo de generar energía en una planta nuclear —incluidos los gastos de construcción, mantenimiento técnico y combustible— es un 30% más alto que en una central que quema combustibles fósiles.
Sin embargo, la producción de energía atómica es más limpia que la tradicional quema de combustibles fósiles. El carbón no solamente es el principal impulsor del cambio climático causado por factor humano, sino que también es una fuente de radiación. Según un artículo publicado en la revista Scientific American y citado por BBC, "las cenizas en suspensión producidas por una central termoeléctrica emiten al ambiente circundante 100 veces más radiación que una planta de energía nuclear que produce la misma cantidad de energía".
Una de las principales fuentes de energía en el mundo lo son también las centrales hidroeléctricas que actualmente proporcionan un 19% de toda la energía mundial. Según datos de Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), actualmente de 177 grandes ríos (es decir, de más de 1.000 kilómetros de largo), solo un tercio no está obstruido por algún tipo de presa. Pero estas centrales, a pesar de ser muy efectivas, al mismo tiempo provocan serios daños al medioambiente. Entre los perjuicios se cuentan la migración de la población y la tala forestal implicadas en el proceso de construcción, la alteración de sociedades ecológicas e impacto a la biodiversidad en las zonas de tales instalaciones, y el empeoramiento de la calidad del agua, entre otros problemas.
Entonces, para excluir los riesgos de catástrofes tecnológicas, evitar la dependencia a los portadores de energía no renovables y disminuir el impacto humano a la naturaleza, tendríamos que apostar por las fuentes de energía alternativas.
En varios países del mundo se utilizan exitosamente como fuentes de energía al viento, a la luz solar o a la potencia de las mareas, y la cantidad de estos proyectos aumenta cada vez más. Según datos del experto Alexánder Skorojódov, citado por el periódico ruso Nezavísimaya Gazeta, la Unión Europea piensa aumentar la parte de la energía generada por las fuentes renovables a un 20% de su producción energética ya para el 2020.
Como ejemplo, por este camino avanza exitosamente España, país donde un 30% de la energía generada procede de fuentes renovables (aerogeneradores en su mayoría), y que en noviembre pasado batió un récord superior al 50% en un día muy ventoso. A su vez, China, que recientemente anunció la suspensión de la construcción de centrales nucleares, el año pasado superó a EE. UU. como el principal país por capacidad eólica instalada.
A pesar de los éxitos, en esta etapa del desarrollo las fuentes de energía renovables son inviables porque el suministro constante de viento o sol es difícil de garantizar. Por eso, en el futuro previsible es dudoso que las fuentes de energía alternativas puedan suplantar a los portadores tradicionales de energía o asegurarse una superioridad, opinan los expertos. Es más, según la opinión del director del Instituto de Energética Nacional ruso, Serguéi Pravosúdov, el futuro de la producción de la energía mundial se halla en el gas natural; los yacimientos de este elemento nos alcanzarán para los próximos 50 a 100 años.
Pero como no se puede rechazar de una sola vez a los medios nocivos o peligrosos de producción de energía, probablemente habría que seguir disminuyendo paulatinamente su uso e introducir más la energía ecológicamente limpia. Según comenta el doctor Jeff Hardy del Centro de Investigación de la Energía en el Reino Unido, la mayoría de los países que están buscando una forma para reducir las emisiones de carbono resultantes de la generación de electricidad están implementando una combinación de distintas opciones. "Por ejemplo, los propios japoneses son un ejemplo de esta combinación. La energía nuclear es solo una de las fuentes generadoras de energía, pero el resto de su electricidad proviene de termoeléctricas, hidroeléctricas, y otras fuentes de energía renovables como centrales eólicas", agrega Hardy.
Y claro está que también es muy importante aumentar la eficiencia energética, meta que se lograría si cada uno logra reducir el consumo de energía en el planeta.