El 12 de abril de 1961 el piloto soviético Yuri Gagarin se transformó en el primer ser humano en llegar al espacio, asegurándose no solo un lugar destacado en los libros de historia, sino que también en los corazones de millones de personas.
El vuelo de Gagarin fue uno de los hitos más importantes para la ciencia mundial. Algunos incluso lo califican como un salto evolutivo, y es que lograr que uno de los suyos fuese el primer hombre en alcanzar el espacio no fue solo un enorme logro para la entonces Unión Soviética sino que también para el mundo entero.
De eso ha pasado medio siglo, y todavía hoy cuesta trabajo creer que de qué manera las cosas se dieron para que Yuri Gagarin, el hijo de un carpintero que se había iniciado como obrero metalúrgico, se transformara en protagonista de la carrera espacial. Al comienzo solo fue uno más de los veinte candidatos para encabezar una tarea que se manejó con absoluta discreción.
"Ellos no sabían qué les esperaba, porque todos los trabajos se realizaban bajo régimen cerrado, secreto. A los candidatos les proponían participar en una prueba de una nueva técnica”, contó Ada Kotovskaya, médico del grupo de preparación de los primeros cosmonautas soviéticos.
Era tal el secreto que incluso cuando Gagarin alcanzó el espacio, muchos supusieron que su nombre correspondía a otra persona puesto que se trataba de proteger su identidad. Así lo relata un compañero de esa época: “Mis padres no sabían dónde estaba sirviendo. Solo sabía que se había graduado de una academia de pilotos y que la instalación estaba trabajando en un proyecto secreto. Cuando se enteraron de que Yuri Gagarin había sido enviado al espacio creyeron que era yo. Los periodistas llegaron a nuestra casa para entrevistar a mis padres. Se llevaron unas fotos de mi infancia y de mis padres. Todo terminó cuando mostraron a Gagarin en la televisión”.
Yuri Gagarin se había impuesto sobre los demás candidatos para ser el primer cosmonauta. Su buena técnica y condición física fueron relevantes, pero también su carisma influyó en que Serguéi Korolev, el padre del programa aeroespacial soviético, se inclinara finalmente por él.
“Korolev era una persona sabia y entendía que lo que importaba no era solamente la educación, experiencia en vuelos, sino también el encanto y la apariencia, y ahí está la famosa sonrisa de Gagarin. Pese a su fama, Gagarin fue siempre él mismo. Fue una buena elección de Korolev”, opinó el excosmonauta Georgui Grechko.
Finalmente, el 12 de abril de 1961, la Vostok 1 tripulada por Gagarin fue lanzada hacia el espacio. El cosmonauta permaneció una hora y 48 minutos en órbita, suficiente para cambiar su vida para siempre.
Héroe nacional, el programa aeroespacial soviético transformó al carismático cosmonauta en un símbolo, uno que había que cuidar a toda costa.
“Le prohibieron volar, también conducir un coche. Viajaba con chofer o en un autobús ya que en él tendría más posibilidades de sobrevivir en caso de accidente. Se previó prácticamente todo”, dijo Grechko.
Gagarin no se sentía cómodo con esta situación. Luchó insistentemente para que se le permitiese de nuevo comandar una aeronave y lo logró, sin embargo, a la larga fue una decisión fatídica: falleció en 1968, cuando un avión que piloteaba se estrelló cerca de Moscú. Tenía 34 años, sin embargo, su hazaña ya le había garantizado transformarse en una de las figuras mundiales más trascendentales del siglo XX.