En el Reino Unido comenzaron los ensayos en seres humanos de una vacuna contra el cáncer de páncreas, el tipo de tumor con la menor tasa de supervivencia.
Unos mil pacientes con cáncer en un estado avanzado recibirán en 50 hospitales del país la vacuna TeloVac en dosis regulares mientras siguen quimioterapia. El objetivo de la vacuna, que contiene pequeñas dosis de la proteína telomerasa, es estimular el sistema inmunológico de los pacientes para que ataque a las células del tumor por medio del reconocimiento de esta proteína que está presente en la superficie de las células cancerígenas.
Se espera que dentro de un año los resultados de las pruebas finales de TeloVac muestren si el fármaco es efectivo. Sin embargo, la organización Cancer Research UK advierte que la vacuna no sería una cura, sino un medio adicional para prolongar la vida.
Mientras que todos los esfuerzos de la medicina científica se apuntan al desarrollo de nuevos métodos quirúrgicos, radio y quimicoterapéuticos de lucha contra el cáncer, al mismo tiempo los médicos de muchos países están buscando remedios menos ofensivos contra esta enfermedad, y los encuentran en la medicina tradicional, en particular, entre las plantas medicinales.
La ciencia sobre los tumores malignos, u oncología, apareció solamente a inicios del siglo XIX, pero la información sobre estos males ya se encuentran en manuscritos muy antiguos, incluidos papiros del antiguo Egipto. Los historiadores de la medicina, al estudiar las fuentes manuscritas, establecieron que en el siglo XVI se utilizaba 56 fármacos basados en plantas como tratamiento del cáncer, sobre todo de aquellas que contenían óleos etéricos, ácidos, alcaloides y sustancias colorantes.
En todos los antiguos herbolarios europeos para tratar el cáncer se recomiendan plantas que contienen fitocidas, sustancias biológicamente activas que matan o suprimen el crecimiento de bacterias, hongos microscópicos y protozoos. Entre ese grupo de plantas se encuentran el rábano, rábano silvestre, ajo, salvia, agalla (excrecencia redonda que se forma en el roble, alcornoque y otros árboles y arbustos por la picadura de ciertos insectos e infecciones por microorganismos), ortiga, menta, absintio o el espino cerval de mar.
Así, algunos fármacos vegetales se consideraban específicos para tratar el cáncer de cierta zona. Por ejemplo, para el cáncer de la cavidad bucal y de la garganta se prescribían gárgaras de menta, apio del monte o llantén; para curar afecciones de los órganos genitales se recomendaban aplicaciones de compresas calientes de cambrón con un poco de alumbre. Para los tumores de mama se utilizaban epítemas de la cocción de iris. Y el cáncer de los órganos internos se curaba con la cocción de ajo en leche o la cocción de la raíz de Angélica.
En varias regiones de Rusia para curar el cáncer la medicina tradicional utilizaba la camomila, violeta, ortiga, potentilla, cicuta o hierba golondrinera. También se puede mencionar el informe hecho por el destacado profesor de medicina Nikolái Pirogov sobre el “milagroso” efecto del jugo de zanahoria para curar las heridas cancerígenas. La zanahoria, junto con la remolacha, hasta hoy se considera un remedio efectivo para prevenir y curar el cáncer.
Sabemos también que en el Cáucaso, a través del libro del famoso médico medieval armenio Amirdovlat, se utilizaban plantas de la familia de las liláceas para preparar ungüentos. Estas plantas también se utilizan en la medicina contemporánea por poseer varias sustancias biológicamente activas.
En cuanto a la medicina oriental, esta es probablemente la más antigua y rica en fármacos naturales. Varios remedios contra la enfermedad se mencionan en el Canón de la Ciencia Médica del famoso científico persa Avicena. Los fármacos contra el cáncer son todos del origen natural y se utilizan no en extractos, sino en su forma natural o en cocciones. Además, en los preparados de la tradición asiática se utilizan composiciones complicadas de 5, 10 o más ingredientes.
Por ejemplo, para curar el cáncer del cuello del útero los médicos chinos empleaban la sófora (denominada también falsa acacia de Japón), más componentes adicionales como peonía o regaliz y algunas sustancias para el tratamiento sintomático. Asimismo, hay que recordar al famoso ginseng, que potencia la inmunidad, por lo que puede utilizarse en calidad de tratamiento preventivo y también ayuda a aliviar el estado de los enfermos.
En el Nuevo Mundo abundan también los productos vegetales que hace mucho se reconocen y se usan como remedios contra enfermedades oncológicas. Probablemente la más conocida planta es la guanabana, la fruta del árbol de graviola, que es inmensamente efectivo para aniquilar células cancerosas de varios tipos de tumores.
Según en el periódico digital ecuatoriano El Diario, científicos del Instituto de Ciencias de la Salud de EE. UU. revelaron que los extractos de esta fruta son “10.000 veces” más eficaces en la cura del cáncer que la quimioterapia. Y mientras los oncólogos locales insisten en más ensayos, la medicina tradicional sigue utilizando la guanábana como un producto nutritivo, rico en vitaminas, que potencia la inmunidad y apoya el bienestar celular.
Asimismo, en todo el mundo son reconocidas las propiedades medicinales del lapacho, "el árbol de la vida", y el noni (Morinda citrifolia), entre otras numerosas plantas nativas de América del Sur que poseen milagrosas propiedades anticancerígenas. Incluso la marihuana, que se utiliza en la medicina para el alivio de síntomas tales como el dolor, podría poseer propiedades curativas. El año pasado, científicos españoles demostraron que los componentes activos de la marihuana y sus derivados podrían reducir el crecimiento de tumores de cáncer de mama y la aparición de metástasis.