¿Qué es lo que nos distingue de los ancestros? La respuesta a esta cuestión la debería tener la psicología evolucionista, que estudia el desarrollo de la psicología humana a lo largo de la evolución de la especie Homo sapiens.
Hace varias décadas, desde que en los años 80 se fundó esta joven ciencia, los investigadores creían que la naturaleza humana no había cambiado nada en comparación con los primeros hombres: nosotros seguimos luchando por la comida, buscando la mejor pareja y abrigándonos con la vestimenta hecha de pieles. Al mismo tiempo, se pensaba que la evolución transcurre demasiado lenta, la evolución de la psicología humana cambia de acuerdo a este ritmo y no se adapta a las demandas del mundo contemporáneo.
Un grupo de científicos británicos criticó esta visión en un artículo publicado en la revista PLoS Biology en el que muestra que los hombres modernos no son criaturas salvajes. Kevin Laland, que encabezó el estudio, indica que recientes trabajos corrigieron los conocimientos científicos acerca de la velocidad de la evolución. Se han hallado muestras de cambios evolutivos rápidos en los animales. Además, se revelaron cientos de transformaciones en el genoma humano que aparecieron durante decenas de miles de años, y no durante millones de años, como se creía hace poco.
El investigador cuestiona la idea de que todos estos cambios no habrían conllevado cambios en el funcionamiento del cerebro. Por lo visto, el cerebro humano se adapta muy bien a la civilización. Por ejemplo, los cambios en la dieta de los humanos y la propagación de las enfermedades debido a la aparición de nuevas condiciones culturales ya han dejado su huella en el genoma e influyeron en la expresión de los genes en el cerebro.
Sin embargo, los humanos no transformamos nuestro medio ambiente de una manera casual. Los investigadores indican que los seres humanos crean nuevas condiciones que le convienen a su naturaleza, y no se adaptan mal al mundo moderno, como se creía anteriormente.
Por ejemplo, tradicionalmente se cree que los primeros Homo sapiens vivían en las ilimitadas sabanas africanas, formando pequeñas y separadas tribus, y que estas eran condiciones más apropiadas para la especie. Entonces, argumentan los científicos, la población humana debería haberse reducido con la aparición de la urbanización. Pero en realidad, desde hace unos 12.000 años, la población empezó a crecer y continúa en nuestros días.
Numerosos ejemplos de ese tipo muestran que la naturaleza humana posee un alto nivel de adaptabilidad. En esta capacidad se basa nuestra aptitud de aprendizaje y la creación de la cultura, y también la rápida evolución 'a la demanda'.
Los expertos indican que para estudiar este potencial tan importante se tiene que prestar una mayor atención al funcionamiento del cerebro. Así, se podrá entender cómo el cerebro del Homo sapiens evolucionó en aquellos tiempos cuando sus mayores parientes todavía no podían ser denominados 'humanos'.
En la imagen aparece la pintura rupestre de los aborígenes australianos que representaron sus impresiones del primer encuentro con los coches en los años 20 en Australia.