La atención de la NASA y de muchos aficionados a todo lo relacionado con el cosmos está centrada en el trayecto del satélite estadounidense en desuso que se está acercando a la Tierra. Mientras que los especialistas rusos suponen que podría caer en el Océano Indico, cerca de las islas Crozet, un grupo de científicos predice que caerá en una región norteña de Italia.
Tras una serie de simulaciones de su trayectoria, lograron determinar una área de 200 kilómetros donde podría caer el aparato espacial. Se espera que los pedazos choquen contra la Tierra entre las 7 de la noche de viernes y las 5 de la madrugada del sábado. Debido a la posible amenaza, la región italiana se está movilizando, aunque la NASA asegura que el satélite caerá en aguas cercanas a Papúa Nueva Guinea y no afectará a Europa.
Es más probable que un rayo caiga sobre una persona que un pedazo del satélite, explican los expertos. Sin embargo, los daños que causaría la precipitación de fragmentos no son el único peligro que tienen los apararos espaciales usados.
El pasado 28 de junio, los seis tripulantes que se encontraban en la Estación Espacial Internacional, tres rusos, dos americanos y un japonés, vivieron momentos dramáticos. Incluso se vieron obligados a dejar el complejo y refugiarse en la nave rusa ‘Soyuz’. Una nube de fragmentos de basura cósmica de considerable tamaño pasó a tan solo 250 metros de la plataforma a una velocidad superior a los cinco kilómetros por segundo.
Mientras tanto más del 80% de los cohetes, satélites y otros vehículos lanzados al espacio desde 1957 se encuentran en la órbita terrestre, sin cumplir función alguna. Es basura cósmica, que se mueve a velocidades que oscilan entre ocho y diez kilómetros por segundo. Por lo cual cualquier objeto, por más diminuto que sea, puede causar serios daños a una nave espacial. La acumulación de estos residuos preocupa a las naciones más desarrolladas, que ven peligrar sus futuros proyectos espaciales.
Un miembro investigador del Instituto de Astronomía de Academia de Ciencias de Rusia, Naíl Bajtisaray, explica que los estudios indican que incluso en el caso altamente improbable de que todos los países decidan cesar su actividad en el espacio y suspendan los lanzamientos, la cantidad de basura espacial aumentaría en unos 20 o 30 años,debido a la colisiones entre los objetos ya existentes.
A diferencia de los que expresan su preocupación por la situación, el cosmonauta ruso Mijaíl Turin ve en cierto modo desmesurada la alarma social que se está generando al respecto y cree que con llevar un mayor control de lo que se envía al cosmos sería suficiente.
Varios científicos ven en los residuos espaciales una posible fuente de ingreso. Vladímir Agápov, Científico Senior del Instituto Kéldysh de matemática aplicada de la Academia Rusa de las Ciencias, opina que para construir los aparatos espaciales y los vehículos de lanzamiento se utilizan materiales y aleaciones muy caras, toneladas de las cuales se encuentran en la órbita. Si alguien encuentra un modo de recolectarlas y reciclarlas, en una fábrica orbital, por ejemplo, puede obtener unas ganancias considerables.