Los fumadores activos corren el riesgo de sufrir una apoplejía mucho antes que quienes se abstienen del tabaco. La edad promedio a la que los fumadores se enfrentan a este mal es de 58 años, nueve años menos que quienes no fuman. Así lo aseguraron médicos canadienses en el marco del congreso de cardiólogos que se ha celebrado en Ottawa, Canadá.
Un grupo de científicos, encabezado por el Dr. Robert Reid de la Universidad de Ottawa, estudió el efecto que tiene el consumo de tabaco y el colesterol en los vasos sanguíneos del cerebro de quienes fuman y no lo hacen.
Reid y sus colegas estudiaron los vasos sanguíneos de los pacientes de un hospital de Ottawa, que habían sufrido una apoplejía. Entre los 982 enfermos se encontraban 264 fumadores y 718 personas que no tenían este hábito.
Los científicos descubrieron que fumar intensifica la formación de placas de ateroma y aumenta al doble el riesgo de padecer un infarto cerebral, que se provoca por una aterotrombosis, y multiplica por cuatro el riesgo de una hemorragia cerebral, que se debe a la ruptura de un vaso sanguíneo.
El consumo de tabaco conlleva complicaciones serias si el paciente fuma después de sufrir una apoplejía leve, en este caso el riesgo de sufrir otro accidente cerebrovascular, pero ya grave, se eleva a diez. Por otro lado, si el enfermo deja de fumar, después de 18 meses el efecto negativo de esa práctica se neutraliza.
Según indican los autores del estudio, sería posible prevenir los accidentes cerebrovasculares si quienes fuman conocen el riesgo al que se enfrentan. No sucumbir al tabaco, una actividad física constante, una alimentación sana y el control de la presión sanguínea ayuda a disminuir considerablemente el riesgo de esta enfermedad, indica uno de los autores, el Dr. Mike Sharma.