Una colisión de un enorme asteroide con Mercurio dejó un cráter de cerca de mil kilómetros en la superficie del planeta y podría haber sido la causa de que el planeta adquiriera su extraña manera de girar.
Esta es una hipótesis de científicos franceses y portugueses, que publican en un artículo de la revista Nature Geoscience.
La astrofísica moderna predice que Mercurio tendría que girar en una órbita sincrónica dando siempre una de sus caras al Sol. Pero el primer planeta del Sistema Solar rota de manera extraña. Mientras da dos giros alrededor del Sol, hace tres giros alrededor de su eje.
Pero el grupo de investigadores de la Universidad Diderot de París, dirigido por Mark Wieczorek, tiene una hipótesis que explica el fenómeno.
La mayoría de los científicos cree que al principio Mercurio rotaba muy rápidamente, pero al perder velocidad por efecto de las fuerzas gravitatorias cambió de órbita debido a la inestabilidad de su núcleo líquido. Wieczorek y sus investigadores creen que Mercurio podría haber adquirido su órbita presente como resultado del choque con un gran asteroide que hizo virar al planeta y cambió su velocidad.
Según explican los autores, durante la formación del Sistema Solar los planetas del tipo terrestre tuvieron una órbita regular o una órbita retrógrada, en la que el cuerpo celeste rota sobre su eje en dirección opuesta en relación con la rotación de la estrella.
Los científicos construyeron modelos de rotación de Mercurio en ambas órbitas y analizaron las posibles configuraciones. Resultó que la órbita de Mercurio tendría que haber estado sincronizada con la rotación del Sol en ambos casos. Los científicos dedujeron que el planeta no pudo haber salido de esta situación sin “ayuda” de otro objeto cósmico.
Según explican los investigadores, los objetos que dejaron en la superficie de Mercurio cráteres entre 250 y 450 kilómetros de diámetro (existen cerca de 40 cráteres de este tamaño) podrían haber desviado el planeta. Pero una colisión con objetos mayores, como los asteroides, podría haber provocado un brusco cambio de órbita. En la superficie de Mercurio se conocen 14 cráteres de diámetro entre 650 y 1.100 kilómetros, vestigios de tales choques.
Los astrofísicos también intentaron determinar el posible lugar de aquella decisivia colisión estudiando las imágenes de la superficie del planeta recibidas por las sondas cósmicas Mariner y Messenger. Resultó que en el ecuador del planeta y en las zonas adyacentes prácticamente no hay cráteres grandes, lo que comprueba la suposición de una inicial rotación síncrona del astro.