Mientras una parte del mundo lucha por tener aire fresco, la otra finge que sigue ese juego poniendo en sus listas de regalos un apartado para los “cigarrillos electrónicos”.
En Argentina los ex–fumadores y voluntarios organizan clases de merengue y salsa y cambian bombones por cigarillos e incluso árboles por paquetes de estas “varitas mortales”. En EE.UU. realizan sketches teatrales que ilustran su influencia perniciosa y en Moscú se organizan festivales deportivos “Maratón de salud”. Esta acción global saludable se contrapone con el entusiasmo doblemente activo de los productores de cigarillos electrónicos.
Y no lo hacen especialmente porque se celebra el Día internacional del Aire Puro, el Gran Día del Acabamiento de Fumar o el Mes Nacional de los Conocimientos sobre la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Aunque en muchos países noviembre está lleno de actividades dedicadas al propósito de dejar de fumar, el mes siguiente lleva consigo los beneficios de la publicidad prenavideña.
El argumento principal de los vendedores de e-cigarrillos (e-cigs) es que su creación no contiene las más de 4.000 sustancias tóxicas que exudan los cigarrillos ordinarios. Pero no son inflamables, no dejan el olor desagradable y la ceniza, no crean el efecto de humo pasivo y pueden ayudar a dejar de fumar.
Para casi 46 millones de fumadores en EE.UU. (el 20,6% de la población adulta) y más de 40 millones en Rusia, esta original creación (gadget) puede ser una alternativa ideal ante las prohibición de fumar casi en todas partes menos en su casa. Sólo en Portugal, a pesar de la crisis, las ventas de los cigarrillos electrónicos crecieron este año un cuarto, según el último informe de la compañía que los distribuye allí.
Pero los especialistas, como el jefe de la Coalición anti-tabaco de los abogados Viril Danishevski, consideran los e-cigs como el nuevo nivel de la narcomanía legalizada. En unos países ya empezaron a prohibirlo. Dinamarca prohibió la venta de e-cigs en 2008, en Finlandia no se pueden vender los cartones con nicotina y en Países Bajos se pueden fumar pero está prohibida su publicidad.
La justificación principal es la falta de investigaciones sobre las consecuencias de estos aparatos. La Organización Mundial de la Salud no considera a los cigarrillos electrónicos como la terapia legítima para los fumadores que quieran acabar con esa costumbre. La venta de estos cigarros es ilegal porque no hay resultados concluyentes tras los analisis farmacológicos.
En general la costumbre de fumar conlleva dependencia tanto fisiológica como psicológica. El cigarrillo electrónico no puede ayudar a evitar el segundo tipo, según creen los doctores. Entonces, la gente inventa otros medios para dejar de fumar: desde una urna especial “Para los cigarrillos no encendidos” en San Petersburgo hasta seminarios y mesas redondas por todo el mundo. Desde el encendedor que imita la tos del fumador hasta contadores electrónicos en las cajas de cigarrillos y relojes de pulsera... la lista de juguetes para los que quieren dejar de fumar es inacabable. En el caso de un contador, por ejemplo, el fumador no puede usar como pretexto que se olvidó de la limitación de cigarrillos porque el aparato empieza a emitir un chirrido insoportable. El reloj cuenta el tiempo entre los descansos para fumar, anima al fumador y guarda la información de la cantidad de dinero que el poseedor de este mecanismo ahorra reduciendo la cantidad de cigarrillos.
A la cabeza de los exitosos ingenios para dejar de fumar se encuentra invención de la diseñadora de Nueva York Fiona Carswell y su “Cazadora fumante” que tiene unos bolsillos transparentes simulando los pulmones humanos. El fumador debe exhalar el humo en un agujero especial en el cuello. El humo llega a los “pulmones” que con el tiempo se empiezan a oscurecer y a ennegrecer, poniendo en evidencia el perjuicio que supone fumar.
Los creadores de los gadgets para dejar de fumar creen que con sus instalaciones habrá más gente que ponga en su lista de intenciones “dejar de fumar el año que viene”. En caso contrario, los especialistas en cáncer y en enfermedades cardiovasculares y neumológicas tendrán que luchar por la vida de estas personas en grupo de riesgo.