Todos somos un poco dictadores. Decenas de millones de individuos que habitan la Tierra hoy en día tienen en sus venas la sangre de faraones, kanes, emperadores y otros déspotas de la antigüedad. Esta revelación la realizó al periódico londinense 'Sunday Times' la antropóloga darwiniana estadounidense Laura Betzig.
La aparición de ese múltiple linaje se hacía posible debido a que además de las riquezas del mundo los caudillos tribales y posteriormente los reyes, especialmente de Oriente, recibían “un acceso no limitado a mujeres jóvenes”. Podían permitirse abusar de centenares e incluso miles de mujeres, tanto en su propio estado, como en los países invadidos.
Hasta creaban unos sistemas para embarazar a mujeres, asegurándose al mismo tiempo “que otros hombres fueran demasiado pobres u oprimidos para hacerse con familias”, dice la experta.
Betzig ha estudiado el surgimiento de seis grandes civilizaciones del mundo, que son las de Mesopotamia, Egipto, India, China, México y Perú. En cada caso halló en los documentos de la respectiva época señales y muestras de que los emperadores tenían instrumentos administrativos para seleccionar a centenares de mujeres jóvenes más bonitas y luego las fecundaban sistemáticamente. En muchos escritos quedan testimonios de cuántos niños o hijos tenía un u otro emperador.
Oriente elevó a ciencia la reproducción de la sangre 'noble'
Como ejemplo, la antropóloga cita la múltiple descendencia del fundador del Imperio Mongol, Gengis Kan. Según calcularon los especialistas, hasta el momento ascendió a 16 millones de personas que viven en distintos países a partir de la propia República de Mongolia hasta Norte de África y Estados Unidos. Un cómputo estadístico muestra que para un villano la numerosidad del linaje no superaría los 800.
Privar a decenas de miles de personas del derecho a dejar alguna huella en la genealogía de la humanidad era también parte del sistema. En parte, para eso los déspotas emprendían guerras y castigaban en masa a los que no se sometían.
“En China —admite la investigadora— lo elevaron hasta el grado de ciencia. A Yangdi, un emperador del siglo VI de la dinastía Sui, le atribuía un historiador oficial un harén de 100.000 mujeres, solo en su palacio en Yangzhou”. “Hasta tenían unas guías de sexo que describían cómo calcular cuándo cada mujer era más fértil —agrega— y entonces las llevaban al emperador para que las fecundara”.
Todo estaba organizado para que el emperador pudiera dejar en cinta a tantas mujeres, atractivas y simétricas, como fuera posible. Este sistema, según el artículo, se empleó en China durante más de 2.000 años.