La alergia funciona así: una molécula de alérgeno reacciona con una de inmunoglobulina E (IgE), que es un anticuerpo que define si tenemos o no alergias. Así se desencadena un proceso celular conocido como desgranulación, que estimula la producción de la histamina que se libera de los glóbulos blancos. La histamina, que es una respuesta inflamatoria, causa síntomas alérgicos como ojos llorosos, dolor la garganta o mucosidad nasal.
Los investigadores afirman que las estructuras descubiertas pueden ser genéticamente modificadas para que dejen de unir la IgE, pero sigan estimulando la producción de la inmunoglobulina G (IgG). La IgG, al revés, protege de los síntomas alérgicos impidiendo la formación de complejos alérgenos de IgE y la desgranulación y liberación de histamina en la sangre.
Así, las personas alérgicas podrían ser ‘vacunadas’ contra varios tipos de alergia del mismo modo que son vacunados contra enfermedades infecciosas. Al modificarse estas estructuras dentro de las células, el organismo de la persona alérgica desarrollaría una inmunidad natural a la alergia.
En Estados Unidos, unos 65 millones de personas tienen algún tipo de alergia. En Europa, ese número asciende a 87 millones, y las cifras están creciendo.