El director del Museo Histórico Nacional, Bozhidar Dimitrov, anunció el interesante descubrimiento. Según el científico, en los últimos años muy a menudo se encontraron este tipo de esqueletos.
Los expertos no pueden decir exactamente si en vida los dueños de estos restos alguna vez bebieron sangre o no. El descubrimiento de los esqueletos solo confirma la existencia de creencias paganas en las que a las personas consideradas malas eran clavadas en una vara de hierro o de madera cuando las enterraban.
Además, según la tradición que existía en las aldeas búlgaras hasta las primeras décadas del siglo XX, las tumbas de los aldeanos 'malos' se sellaban con clavos. Esto se hacía para que los muertos no vagaran por la noche, convirtiéndose en vampiros.
Casos similares se registraron en otros países de los Balcanes, sobre todo en Serbia. En 2004 el arqueólogo Petar Balabanov encontró seis esqueletos de supuestos vampiros que se remontaban al siglo IV.
El mundo de los mitos y leyendas está lleno de historias de vampiros. Una de las historias más conocidas es la del Conde rumano Vlad Tepes, que empalaba a sus enemigos y luego se bebía su sangre. Esta figura insólita inspiró al escritor Bram Stocker para el famoso personaje de Drácula.
Sin embargo, en la vida real existen personas con enfermedades raras que hace siglos, cuando no se conocían las causas, podrían ser objeto de esos mitos. Es el caso de la displasia ectodérmica hipohidrótica congénita. En el mundo hay alrededor de 7.000 personas que padecen esta enfermedad que les impide transpirar, con lo que no pueden reducir su temperatura corporal. Además tienen anormalidades cutáneas, escasez de pelo, manchas corporales, ojeras marcadas y malformación de los dientes.