La capacidad de estar permanentemente bajo el agua sin la necesidad de emerger como los submarinos ofrece al mundo científico una oportunidad singular para estudiar las corrientes del Océano y el lecho marino. La energía de propulsión será en su mayoría renovable.
El arquitecto se inspiró en las ideas y experiencias del buzo francés Jacques Cousteau, aunque visualmente su proyecto tiene más que ver con los relatos de ciencia ficción de Julio Verne. Pese a su inusual apariencia, una copia a escala del laboratorio ya superó las pruebas industriales y actualmente se exhibe en Corea del Sur como la pieza central del Pabellón Frances en la Exposición Internacional de Yeosu.
El coste de su construcción se estima en unos 54 millones de dólares (43 millones de euros) y el apoyo financiero fluyó inesperadamente de la Agencia Espacial Europea. El arquitecto ha advertido a los submarinistas aficionados que veranean en el Mediterráneo que desde el 2013 podrían eventualmente encontrarse en su camino con un objeto parecido a un OVNI gigante, como describió al SeaOrbiter.