Los investigadores Leonid Gavrilov y Natalia Gavrilova han analizado la información sobre el nacimiento y la muerte de más de 1.500 estadounidenses que vivieron cien años o más, nacidos entre los años 1880 y 1895. Los datos fueron comparados con los de sus hermanos y sus cónyuges que tuvieron las mismas condiciones de vida en la niñez y durante la vida adulta, respectivamente.
Los resultados muestran que la mayor esperanza de vida la tienen los que nacieron entre septiembre y noviembre, mientras que los nacidos en marzo, mayo o junio suelen morir a edades más tempranas.
La explicación más probable de este fenómeno, según los investigadores, son las infecciones estacionales que afectan a los niños en primavera y en verano. Además, la falta de vitaminas después del invierno y los cambios hormonales en los primeros meses de vida también son factores que pueden influir en la esperanza de vida de las personas en idénticas condiciones.
Sin embargo, a lo largo del siglo XX el avance de la medicina permitió minimizar los efectos negativos de las infecciones infantiles en la salud y reducir los casos del contagio.
Los resultados que obtuvieron los científicos norteamericanos coinciden, en términos generales, con los de otra investigación realizada en Alemania por Alexander Lerchl.