Los autores del hallazgo son los especialistas de la Universidad nipona de Keio, encabezados por el profesor Tomoharu Oka. Los presuntos agujeros negros fueron descubiertos en el centro de la galaxia a unos 30.000 años de luz del Sol con ayuda del telescopio ASTE, de 10 metros, y del radiotelescopio NRO, de 45 metros.
Los científicos detectaron tres nubes de gas caliente interestelar de gran densidad, de más de 10.000 moléculas de hidrógeno por centímetro cúbico. Normalmente, las nubes interestelares de este tipo surgen después de la explosión de una supernova.
Según los parámetros calculados de la mayor de las nubes, esta podía haberse formado solo después de la explosión de 200 estrellas supernovas. Teniendo en cuenta que la edad de estas nubes es de unos 60.000 años, las explosiones tuvieron que producirse cada 300 años. Por lo tanto, los científicos concluyeron que en la mayor de las nubes de gas existe un enorme e invisible cúmulo de estrellas de gran masa equivalente a la de 100.000 soles. Unos cúmulos parecidos de menor tamaño también existen, por lo visto, en las demás nubes de gas detectadas.
Actualmente los especialistas están tratando de encontrar unas concentraciones de gas que se mueven rápidamente dentro de las nubes, y ya han hecho avances en este sentido.
Si las investigaciones demuestran la teoría de que las masas de gas se mueven alrededor de un punto invisible en el centro, se podrá inferir que realmente se trata de un agujero negro mediano, el primero de este tipo en la Vía Láctea.
Los científicos señalan que el centro de la galaxia es el lugar más propicio para la aparición de un agujero negro grande, ya que en determinado momento las estrellas se acercan a una distancia muy corta entre sí y el colapso gravitacional de una de ellas ocasiona la aparición de un agujero negro en un lugar donde este podrá 'devorar' gas y otras estrellas ganando masa.