El hallazgo se debe a que pescadores británicos que extrajeron el fósil, supuestamente de la última época del período Jurásico, de las profundidades del estrecho de Solent. Al reconocer en lo que aparentemente fue una piedra los restos de un molusco prehistórico, los trabajadores del mar lo entregaron al acuario público de la ciudad de Portsmouth.
Los oceanógrafos determinaron que era una ostra fosilizada similar a las que habitan el océano actualmente, aunque casi diez veces mayor del tamaño medio de las especies actuales. La escanearon con un tomógrafo por resonancia magnética y revelaron que contenía dentro de las valvas un sólido objeto redondo y consistente que caracteriza las perlas.
Eso significa que la perla dentro del molusco tiene las dimensiones de una pelota de golf, mientras que las típicas para las ostras de esta época tienen un diámetro medio de 7 milímetros.
Por muy curiosos que sean los trabajadores del acuario ante la perspectiva de acceder a un perla gigante, decidieron abstenerse de experimentos de carácter destructivo y reservar el descubrimiento para futuras generaciones. Es que las tecnologías disponibles no permiten asegurar que la joya no se deshaga al taladrar o cortar la roca materna.