Gracias al Very Large Telescope (VLT), el sistema de cuatro telescopios del Observatorio Europeo Austral ubicados en Chile, los científicos holandeses lograron observar la evolución de 71 estrellas de clase O. Descubrieron que casi tres cuartos de ellas forman sistemas binarios, donde los ‘compañeros’ están tan cerca que empiezan a interactuar. Las estrellas de masa menor suelen funcionar como vampiros: atraen el hidrógeno de las capas superficiales de su vecino más grande.
La nueva ‘sangre’ les rejuvenece y les permite vivir más de lo que vivirían estando solas e independientes. Al mismo tiempo, las estrellas 'víctimas', al quedarse sin su capa de hidrógeno que es más fría en comparación con el núcleo, empiezan a parecer más calientes y más azules, lo que les da un aspecto más joven de lo que son en realidad.
Las estrellas ‘agresoras’ pueden absorber a su víctima completamente. A veces, en cambio, los compañeros ‘asaltados’ colapsan. De este modo, el vampirismo espacial desemboca no solo en fusiones estelares, sino también en brotes de rayos gamma y en la formación de las denominadas binarias de rayos x, que son sistemas que radian intensamente rayos x y están compuestos por una estrella convencional y un objeto compacto (una estrella de neutrones o un agujero negro) que se ha producido por el colapso de una estrella.
Según subrayan los astrónomos, la única información que está al alcance de los científicos cuando se trata de galaxias lejanas es su luminosidad. Destacan que la información que acaban de recibir ayudará a revelar el origen y las características de esta luminosidad y determinar así la edad real de estas galaxias.