Esto permite a los médicos reducir la dosis de estos medicamentos y evitar efectos secundarios desagradables, según afirman los autores de un artículo sobre el tema publicado en la revista de oncología Clinical Cancer Research.
Ezra Cohen, que lidera el grupo de médicos de la Universidad de Chicago, llevó a cabo una investigación para estudiar la eficiencia del medicamento llamado Sirolimus que se solía usar para suprimir la inmunidad a la hora de trasplantar órganos antes de que los biólogos descubrieran sus efectos contra el cáncer. Sin embargo, la dosis óptima de este preparado, 90 miligramos a la semana, causaba efectos secundarios como nauseas y diarreas, por lo que las pruebas clínicas tenían que limitarse a 45 miligramos a la semana.
Los médicos encabezados por Cohen reunieron a un grupo de 138 voluntarios que padecían de alguna forma incurable de cáncer y estaban bajo tratamiento en las clínicas de Chicago. Este grupo fue dividido en tres subgrupos: uno tomaba Sirolimus sin nada más, el segundo lo combinaba con Ketoconazol, un preparado que refuerza el efecto de otros medicamentos. El tercero ingería Sirolimus acompañado por zumo de pomelo.
Los resultados del experimento mostraron que mientras que el Ketoconazol intensificaba el efecto del preparado contra el cáncer en unas cinco veces, el zumo lo aumentaba unas 3,5 veces, lo que permitió reducir la dosis a 16 miligramos a la semana para los pacientes del segundo grupo y a 25 miligramos para los tratados con Sirolimus acompañado del jugo del mencionado cítrico.
Según los científicos, el efecto positivo del zumo se debe al hecho de que algunas sustancias químicas en su composición neutralizan las enzimas en el jugo gástrico que destruyen las moléculas del Sirolimus y otros medicamentos. La tecnología de preparación del producto juega un papel importante también: los científicos tuvieron que probar varias marcas de la bebida antes de encontrar la opción adecuada.