Después de seis años de trabajo, los ingenieros de "Solar Impulse" materializaron el sueño de Julio Verne. Del mismo modo que el principal protagonista del escritor francés, Bertrand Piccard, nacido en una familia de exploradores y que es el encargado de pilotar el avión, cumplió una de las ilusiones más locas del hombre: convertirse en pájaro o en pez.
¿Una nueva fantasía? No, es un triumfo tecnológico. El proyecto, suficientemente loco como para estimular las emociones y desencadenar las pasiones, recibió el nombre de HB-SIA. El aparato genera su propia energía renovable captada a través de las células solares montadas en sus alas.
El pasado 3 de diciembre el avión despegó por primera vez en un aeródromo suizo, aunque para recorrer sólo 350 metros. Más adelante, después de varios vuelos de pruebas programados, se espera que sea capaz de volar horas seguidas gracias a la energía solar y a no superar el peso de un automóvil. El siguiente reto, que se espera alcanzar en 2010, es mantenerse en vuelo por 36 horas. El objetivo final es conseguir dar la vuelta al mundo. Es un logro nunca antes alcanzado por la aeronáutica en lo que se refiere a rigidez, ligereza y control de vuelo con los 63,40 metros que separan los dos extremos de las alas del avión.
Los pilotos tendrán que trabajar con un simulador de vuelo para aprender a controlar esta nueva nave.
El "Solar Impulse" no es el primer avión solar que se construye, pero sí es el proyecto más ambicioso en el sector, pues tiene la capacidad de acumular la suficiente energía como para poder volar de noche.
Según Bertrand Piccard actualmente, la parte técnica avanza en la dirección correcta, así como la financiera. El proyecto tiene una inversión prevista de unos seis milliones de dólares.