Denominada ‘Artesanía de contorno’, la nueva tecnología contempla la colocación en el terreno de construcción de unos rieles ligeros que no necesitan cojinetes, sobre los que habrá de maniobrar una grúa robótica. El robot se compone de un conjunto de guías por las que desplaza en dos planos un dispositivo que se asemeja a un gigantesco cabezal de una impresora de inyección. A través de este cabezal se transfiere hormigón húmedo derretido, que sirve tanto para edificar los contornos de la fachada, capa a capa, como para llenar las paredes y levantar tabiques.
La misma tecnología sirve para introducir en el hormigón -mientras aún esté húmedo- las varas de acero corrugado, cables eléctricos aislados, sistema de ventilación y tubería del suministro de agua potable y de canalización. La misma grúa sirve para montar formeros, vigas del techo y el tejado.
Khoshnevis subraya que la forma más ‘rentable’ de sacar partido a su sistema -ahorrando tiempo de construcción- es levantar toda una calle de casas a la vez, haciendo que su grúa se mueva por unos rieles más largos. Según él, su tecnología permite edificar casas de cualquier tipo.
Pese a que diseñar y construir un edificio de unos 180 metros cuadrados no requeriría -según él- más de un día, los constructores convencionales, es decir, los humanos, no se quedarán sin trabajo, pues -afirma- serán ellos quienes se dediquen a instalar ventanas y puertas.
En cuanto a una posible crisis del empleo en el sector de la construcción, Khoshnevis se muestra bastante optimista, ya que -conjetura- si a comienzos del siglo XX, un 62% de la población estadounidense era rural, un siglo después, apenas alcanza el 1,5% sin que por ellos el país se haya sumergido en una ola de desempleo masivo.