Especialistas del Instituto Berg de Investigaciones Radiotécnicas desarrollaron unos microchips que permiten grabar toda la información sobre un disparador y pueden ser incrustados en cualquier pistola, fúsil, rifle o ametralladora, según filtra el periódico ruso Izvestia. Los microchips funcionarán como un pasaporte biométrico, es decir, si un arma es robada, el ladrón no podrá usarla porque el sistema bloqueará el tiro; un policía cuya jornada laboral terminó tampoco podrá disparar.
Los mismos microchips podrán usarse también para investigar crímenes o incidentes en los que se haya visto involucrada el arma, ya que son capaces no solo de registrar la información personal de un usuario, sino también de servir como ‘cajas negras’. Memorizan todo tipo de acciones con el arma: cuántas balas disparó, en qué régimen y en qué circunstancias, incluida la hora exacta de cada disparo.
Se planea que las armas con los microchips integrados identificarán a los usuarios a través de receptores incrustados en el mango, gatillo y anteojo. Sin embargo, los diseñadores reconocen que hoy en día lograron llevar a cabo solo el desarrollo de los microchips. Según indican, elaborar los receptores es tarea de un futuro bastante lejano.
Mientras tanto, la comunidad científica recibe la noticia con un cierto escepticismo. Según los críticos de este concepto, en un fúsil o una ametralladora teóricamente puede haber espacio para instalar los receptores y cables necesarios, pero en caso de una pistola compacta sería imposible. Otro problema es si los microchips podrán seguir funcionando adecuadamente en caso de lluvia o cambio drástico de temperaturas y si los receptores podrán, por ejemplo, reconocer los dedos cuando están sucios.
Un aspecto más que preocupa a los opositores del invento es si las armas modernizadas de tal modo podrán usarse con eficacia por parte de militares y policías durante sus operaciones. Predicen que es muy poco probable que el sistema pueda reconocer a su ‘propietario’ al instante y una mínima demora podría costarle la vida al tirador. Además, en una situación de combate o tiroteo intenso puede surgir la necesidad de entregar el arma a un compañero o seguir usándola a pesar de que las horas programadas en el microchip para la jornada laboral del usuario hayan expirado. El bloqueo de disparos en este caso y la necesidad de tardar un tiempo en reprogramar el sistema serían fatales.