Este agujero negro, con la mayor masa de todos los estudiados hasta el momento,
se encuentra en el centro de la enorme galaxia elíptica M87, 2.000 veces más masiva que la Vía Láctea, que se ubica en la constelación de Virgo.
Algunos agujeros negros, en el proceso de acreción, se tragan parte de esta materia, pero extraen otra parte en un chorro de partículas que pueden alcanzar la velocidad de la luz. Cuando esa corriente se ralentiza, se crea una tenue burbuja que puede englobar a toda la galaxia.
Según los científicos, esta burbuja es bastante joven, tiene solo unos 40 millones de años, que es un pequeño instante en las escalas de tiempo cósmicas. Las observaciones en baja frecuencia revelan que se rellena constantemente con partículas emitidas desde el agujero negro en el centro de la galaxia.
“El resultado tiene una gran importancia”, comenta Francesco de Gasperin, uno de los autores de la investigación. “Comprueba las relaciones íntimas entre el agujero negro, la galaxia que lo aloja y el entorno. La galaxia y su agujero negro central llevan vidas directamente conectadas, donde la primera proporciona materia para alimentar al segundo y este devuelve la energía a la galaxia".
Además los astrónomos destacan el enorme potencial del Lofar, el radiotelescopio que captó la imagen. La burbuja fue invisible para los telescopios ópticos, pero resultó ser muy prominente
en radio, en el rango de frecuencias de 20 a 160 megahercios, en el que funciona el Lofar. El ingenio utiliza miles de antenas colocadas por toda Europa, de tal manera que las señales que captan se combinan en un superordenador para generar una imagen única.
La investigación fue publicada en la revista ‘Astronomy and Astrophysics’.