Cuando se trata de mutaciones génicas, el intelecto y las emociones son los más vulnerables. Además, recientemente las mutaciones no han hecho aumentar la inteligencia, dado que ya no es tan necesaria para subsistir.
“El desarrollo de nuestras habilidades intelectuales, así como la optimización de miles de genes
de la inteligencia ocurrió en grupos de personas dispersos antes de que
nuestros antepasados surgieran en África”, indica el doctor Gerald Crabtree, autor de la publicación en la revista 'Trends in Genetics'. En ese ambiente, la inteligencia era el factor más importante para poder sobrevivir y probablemente tenía lugar una inmensa presión selectiva actuando en los genes necesarios para el desarrollo intelectual y alcanzando así el auge de la capacidad humana en este aspecto.
Después de esto, el nivel intelectual del ser humano empezó a descender. El fomento de la agricultura y la urbanización facilitaron mucho la vida y la humanidad llegó a ser menos resistente a las mutaciones que empeoran el intelecto.
Basándose en cálculos de la frecuencia con la cual las mutaciones
dañinas emergen en el genoma humano, igual que en la suposición de que
en el desarrollo del intelecto participan de 2.000 a 5.000 genes, Crabtree establece que durante 2.000 años y 120 generaciones
hemos sufrido dos o más mutaciones que empeoran nuestras capacidades
intelectuales.
No obstante, no se descarta la idea de que los genetistas inventen un
sustituto a la selección natural antes de que la disminución del poder intelectual ponga en peligro el desarrollo tecnológico.