Según los investigadores liderados por Lars Franzén, durante los últimos 3 millones de años la Tierra pasó por al menos 30 épocas glaciales ‘pequeñas’, una de las cuales duró desde el siglo XVI hasta el XVII y probablemente se detuvo a causa de la actividad humana. El aumento de la deforestación y la expansión de las tierras agrícolas, en combinación con la primera etapa de la industrialización, han conducido a que crezcan las emisiones del dióxido de carbono a la atmósfera y esto ralentizó el enfriamiento del planeta.
Los investigadores suecos señalan el especial papel de las turberas en el proceso. Las turberas actúan como absorbentes naturales de carbono, es decir, absorben dióxido de carbono de la atmósfera. En la actualidad, cubren alrededor del 4% de la superficie de la tierra firme.
La mayoría de las turberas se encuentran en las zonas con un clima moderado, al norte y al sur del paralelo 45, Suecia incluida. Cada año, cada metro cuadrado de turba absorbe cerca de 20 gramos de CO2, lo que enfría la Tierra. Cuando las turberas se expanden, la temperatura de la atmósfera pierde progresivamente cada vez más grados.
Si Franzén y sus colegas están en lo cierto, la emisión de dióxido de carbono por parte de la producción industrial, los medios de transporte, etc., que según la opinión general causa el calentamiento global y amenaza a la vida en la Tierra, tiene en realidad un efecto positivo, ya que no permite que al planeta le vuelva a pasar lo que sucedió hace varios millones de años, cuando el frío provocó la extinción de un gran número de especies.