El aumento de la energía de la colisión permitirá a los científicos captar con más frecuencia raros fenómenos, como por ejemplo, observar el origen del bosón de Higgs (la partícula de Dios) y encontrar una ‘nueva física’ que vaya más allá del Modelo Estándar.
Apodado ‘la máquina de Dios’, el Gran Colisionador de Hadrones del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN)
-que a comienzos de año acogerá una breve sesión de colisiones de protones y núcleos de plomo- está diseñado para arrojar nuevos datos sobre la naturaleza de la materia y las leyes físicas fundamentales. En la construcción del proyecto se invirtieron más de 6.000 millones de euros.
Su lanzamiento en 2008 desencadenó una ola de temor en los medios, debido a que -según una teoría-, la colisión de protones podría dar lugar a un agujero negro que se tragaría a la Tierra. No obstante, el GCH ha estado funcionando durante tres años con un constante aumento de energía, y los físicos no han encontrado rastros de agujeros negros.
El LHC es un túnel circular de 27 kilómetros que se construyó cerca de Ginebra, en la frontera franco-suiza. Allí, físicos del CERN pretenden recrear situaciones similares a los instantes posteriores al 'Big Bang', haciendo colisionar partículas a una velocidad cercana a la de la luz.