El objetivo de los especialistas era construir un vagón en cuyo interior y alrededores una explosión causara el menor número de víctimas posible. Además, prestaron mucha atención a la seguridad contra incendios y a la rápida recuperación de la movilidad del convoy después de un atentado.
Los investigadores destacan que es imposible evitar al 100% que se produzcan víctimas y heridos en caso de una detonación, pero los estudios demuestran que la mayoría de muertes y lesiones no son consecuencia del efecto directo de los explosivos, sino de los trozos del vagón que se desprenden y hieren a los pasajeros. Para evitarlo en la medida de lo posible, introdujeron ventanas recubiertas de plástico y materiales que absorben el impacto, y reforzaron objetos pesados y paneles del techo.
Conor O'Neil, el jefe del proyecto, agregó: "Reemplazar completamente los vehículos existentes, simplemente no es una opción. Sin embargo, hemos demostrado que las empresas podrían hacer algunas modificaciones relativamente baratas y sencillas que pueden paliar significativamente las consecuencias de un ataque".