Los investigadores, según ha informado la ESA en un comunicado, han observado que la vida en el espacio debilita el sistema inmunológico de los astronautas y han partido de ese descubrimiento para ahondar en las razones con el objetivo de buscar la forma de enfrentarse en la Tierra a las enfermedades antes de que aparezcan.
La investigación se remonta al 2006, cuando el astronauta Thomas Reiter llevó a cabo un experimento en la Estación Espacial Internacional (EEI) utilizando la incubadora espacial Kubik, por el que se puso a un grupo de células del sistema inmunológico a flotar en microgravedad y otro grupo se mantuvo en ese aparato para simular gravedad.
Las células que experimentaron gravedad simulada, como si estuvieran en la Tierra, parecían gozar de buena salud en comparación con las que estuvieron en ingravidez, y la culpa de ese deterioro, según la ESA, es el transmisor ‘Rel/NF-kB’, que en ausencia de gravedad deja de funcionar.
La ESA explica en su comunicado que estudiar las células que han viajado en la EEI pone a la comunidad científica en el buen camino para descubrir la clave de cómo trabaja el sistema inmunitario y ver qué es lo que enseña a las células a reaccionar ante las enfermedades.
La agencia espacial adelanta que frenar los genes que activan el sistema inmune humano podría ayudar a atenuar el sufrimiento de quienes padecen enfermedades autoinmunes como la artritis.
Asimismo, se confía en que la investigación en curso ayude a la industria farmacéutica a encontrar los genes que deben estar activos para luchar contra ciertas enfermedades y comercializar anticuerpos “hechos a medida”.