Así fue que investigadores de la Universidad de Tokio hicieron que una polilla dirigiera un robot de dos ruedas caminando sobre una bola de espuma de poliestireno que actuaba como volante. Cuando el macho percibía el olor de las feromonas femeninas, inmediatamente empezaba a mover la bola en dirección a la hembra. Su deseo era tan fuerte que incluso si los investigadores le ponían obstáculos, no cambiaba la pauta de su movimiento.
El experimento no fue llevado a cabo por diversión. Al estudiar el comportamiento de los insectos los científicos esperan aprender cómo persiguen los olores para usar estos conocimientos en la búsqueda de derrames o fugas de sustancias químicas peligrosas para el medio ambiente.