Desde que la tortuga gigante falleció, su cuerpo ha estado conservado en cámaras de frío (a 50º centígrados bajo cero) con un cuidado muy especial para que no se deterioraran sus tejidos. Para el traslado a EE.UU., la DPNG fabricó una caja de madera cubierta con fibra de vidrio y material aislante, que mantendrá la temperatura del interior hasta 48 horas.
En los cinco años anteriores al fallecimiento de la tortuga se redoblaron los esfuerzos para lograr su reproducción, para lo que colocaron en su territorio a hembras de la especie del volcán Wolf, de la isla Isabela, con la que consiguió aparearse, pero lamentablemente no la fecundó. Los intentos posteriores tampoco dieron resultado y George murió sin dejar descendencia.