El científico consiguió reproducir el sonido de la explosión por medio de “un cálculo matemático” basado en los “datos sobre la radiación cósmica de microondas (CMB, por sus siglas en inglés)” obtenidos por el telescopio espacial Planck de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
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De hecho, el aparato pudo registrar las variaciones de la CMB unos 760.000 años después de la explosión ya que “las frecuencias reales del Big Bang fueron demasiado bajas para ser percibidas por el oído humano”, indica Cramer.
“El universo estaba en expansión y se convertía en un ‘bajo’, mientras que se emitía la CMB. Para decirlo de otro modo, la expansión del universo ‘estira’ las longitudes de onda de sonido y por lo tanto disminuye sus frecuencias”, explica el físico.
En 2003, John G. Cramer también consiguió reproducir el sonido del universo en su ‘infancia’, utilizando los datos recopilados por el aparato WMAP de la NASA. Sin embargo, las características de ese aparato no permitían obtener un sonido de tan buena calidad.
A finales de marzo, el mismo telescopio Planck obtuvo la imagen más precisa jamás realizada de los primeros momentos de existencia del universo, cuando este tenía ‘solo’ 380.000 años.