Aunque la investigación está en sus primeras etapas, los científicos se muestran muy optimistas y creen que abrirá la puerta a muchas posibilidades, pues los escáneres cerebrales —aseguran— podrían utilizarse en el futuro para saber cuándo el dolor está afectando a un bebé, a una persona con demencia o a una persona paralizada que no puede hablar.
"Muchas personas sufren de dolor crónico y no siempre se puede diagnosticar. Vemos esto [la investigación] como una manera de confirmar o corroborar si el dolor existe", explicó Tor Wager, neurocientífico de la Universidad de Colorado, en EE.UU., y director del estudio.
De hecho, una misión importante de la neurociencia es encontrar pruebas o exploraciones que puedan ayudar a diagnosticar enfermedades mentales y físicas como el dolor, la depresión y el trastorno de estrés postraumático.
En la investigación participaron más de 100 individuos con quienes se llevó a cabo una serie de pruebas, en especial, se les aplicaba calor en el brazo (lo suficientemente fuerte para que sintieran dolor pero no tanto para provocarles quemaduras). Se registraron cambios en la actividad cerebral a través del flujo sanguíneo y se utilizaron computadoras para generar patrones de estas lecturas.
En uno de los experimentos involucraron a participantes que recientemente habían perdido una relación amorosa seria y se sentían intensamente rechazados. Se les mostraba una imagen de sus ex parejas y luego una imagen de un buen amigo. Los investigadores encontraron patrones cerebrales que para el dolor emocional eran diferentes que para el dolor físico.
Aunque muchos estudios han encontrado áreas del cerebro que indican la presencia de dolor, el nuevo trabajo es el primero en desarrollar una marca combinada de una serie de señales que pueden ser utilizadas para medir la intensidad de la sensación. Los científicos dicen que su estudio también podría ayudar al desarrollo de nuevos medicamentos y hacerlos menos adictivos.