El Mauna Kea se considera un lugar ideal para las observaciones astronómicas, tanto en el espectro visible, como en el espectro infrarrojo, dado que su cumbre se encuentra a una altura superior al 40% de la atmósfera y al 90% del vapor de agua (las nubes) y queda por encima de la capa de inversión térmica, lo que permite unas 300 noches despejadas al año. Aparte, su geología hace muy fácil construir carreteras hasta la cima.
Por otro lado, varios grupos ecologistas ya han expresado su rechazo al nuevo proyecto, argumentando que afectará la compactación del terreno volcánico y amenazará las especies nativas. Los pobladores autóctonos, para quienes el volcán es sagrado, también se oponen al telescopio, puesto que creen que los trabajos de construcción podrían perturbar a los espíritus de la montaña.