El ojo de insectos como las hormigas, las abejas y las libélulas está formado por una agrupación de entre 12 y varios miles de unidades receptivas conocidas como omatidios. Los omatidios tienen la apariencia de una tubería: son hexagonales y son cerca de diez veces más largos que anchos, cada uno con su propia córnea y cono cristalino.
Tal estructura implica una baja resolución de imagen, pero permite un mayor campo visual y más profundidad. Para imitarla en su cámara digital, un grupo de especialistas de la Universidad de Illinois y la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.), dirigidos por John A. Rogers, diseñaron una red flexible de microlentes.
Instalaron cada lente sobre una especie de poste transportador de luz, colocado a su vez sobre una formación de fotodetectores miniaturizados de silicio. Rellenaron los alrededores de cada combinación entre lente y poste con un elastómero de color negro, para evitar que la luz se filtre. De este modo hicieron que la lente de la cámara adoptara su forma semiesférica, minimizando así los riesgos de una deformación mayor. El resultado final ha sido un ojo compuesto artificial de 180 omatidios, como el de una hormiga roja. Captura imágenes sencillas, con líneas bien definidas.
Según Rogers, su tarea ahora es imitar el ojo de una libélula, que contiene unos 20.000 omatidios. Los diseñadores del dispositivo digital detallan que su innovación podría revolucionar las aplicaciones de vigilancia y las sesiones de endoscopia.