Esta estrella fue descubierta en 1998 y, aunque se encuentra a 8.000 años luz de distancia, es probable que experimente una explosión cósmica que daría lugar a la emisión de rayos gamma que afectan el ADN, hacen que las células sean propensas al cáncer y las deterioran.
Grant Hill, un astrónomo del observatorio Keck, en Hawái, dijo que un reciente estudio demuestra que es probable que los letales rayos gamma lleguen a la Tierra, pero que eso dependerá exclusivamente de la rotación de la estrella.
Los científicos han revelado que la descarga de rayos gamma de esta supernova es capaz de destruir una cuarta parte de la capa de ozono de la Tierra. No obstante, también es posible —aseguran los investigadores— que al explotar lo haga de forma isotrópica, como una esfera, con lo que no se emitirían los potentes chorros de radiación gamma y los efectos sobre nuestra atmósfera serían ínfimos.
El bloguero Víctor Manchado señala que si los rayos gamma nos alcanzan, no sería la primera extinción masiva en nuestro planeta, ni siquiera la última, puesto que con el pasar de los años la vida empezaría un nuevo ciclo.