Los restos de la pequeña hembra de mamut de tres metros de longitud, que recibió de los arqueólogos el nombre de Yuka, conservan una parte del pelaje pelirrojo, el tronco casi completo y la superficie arrugada de las patas.
Según suponen los científicos, Yuka murió cuando tenía 10 años. El animal huía de los leones que la perseguían y se rompió una pata trasera. Aunque logró escapar de esos depredadores, el cachorro fue atacado por otros, un grupo de humanos primitivos, tras quedar inmovilizado. Ellos le arrancaron pedazos de la carne y alguna parte del esqueleto. Fueron los mismos cazadores los que enterraron los restos de su víctima para utilizarlos más tarde, algo que podría explicar sus excelentes condiciones de conservación.
Al principio los científicos creían que el mamut databa de hace unos 10.000 años, pero un estudio profundo de los restos permitieron establecer su edad más exacta, que se aproxima a los 39.000 años.
Yuka será expuesta ante el público en Japón hasta septiembre de este año.
No obstante, no son los primeros restos bien conservados de un mamut encontrados por los arqueólogos. Unos meses atrás, una expedición rusa también encontró en Siberia Oriental restos de una hembra mamut que tenían los tejidos blandos perfectamente conservados, con el color rojo natural de la carne fresca e incluso sangre liquida del animal. El hallazgo de los científicos rusos alimenta la posibilidad de clonación de este animal prehistórico, lo que hasta hace poco se creía solo posible en los relatos de ciencia ficción.