El increíble hallazgo fue revelado en la edición de esta semana de la revista alemana 'Focus', según la cual, las obras de arte, que se creía que habían sido destruidas en los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, se mantenían en el apartamento de Cornelius Gurlitt, de 80 años de edad, el hijo del historiador del arte Hildebrand Gurlitt, escondidas entre latas de conservas y cintas de video viejas.
La valiosa colección fue descubierta en 2011, pero las autoridades alemanas mantenían esta información en secreto, hasta que el domingo se filtró en los medios.
De acuerdo con los informes de la prensa, Cornelius Gurlitt, del que no se conoce que haya tenido un oficio anterior, levantó las sospechas de las autoridades después de que en 2010, los funcionarios de aduanas encontraran una gran suma de dinero en efectivo en su equipaje, durante un control aleatorio en el tren rumbo a Múnich desde Suiza. En la primavera de 2011, la Policía realizó el registro de su apartamento y encontró las pinturas.
Antes de llegar a las manos de la Policía alemana, las obras de arte perdidas recorrieron un largo camino más parecido a la trama de una película de acción.
Se sabe que Hitler y sus partidarios aceptaban sólo la pintura clásica, por considerar que coincidía con su visión del 'superhombre' alemán, así que cuando los nazis llegaron al poder en 1933 acuñaron el término 'arte degenerado' para referirse a las obras modernas y confiscaron los trabajos de artistas de vanguardia que se encontraban en los museos y en las colecciones privadas y muchos de cuyos dueños eran de origen judío, por lo que fueron reprimidos y enviados a campos de concentración, donde murieron.
Hildebrand Gurlitt, por su parte, era un nombre bien conocido en el país por los aficionados al arte, como uno de los historiadores más respetados en Alemania. Después de que los nazis llegaran al poder fue despedido de su puesto de director del museo de arte de la ciudad de Zwickau, por tener sangre judía. Posteriormente, sin embargo, las autoridades nazis lo utilizaron para vender las pinturas modernas al extranjero y así es como las obras de arte llegaron a sus manos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Gurlitt declaró que toda la colección que estaba bajo su responsabilidad había sido destruida durante el devastador bombardeo de Dresde, para poder conservarla en su poder. Después de su muerte, las obras fueron heredadas por su hijo, quien las mantuvo en su apartamento durante 50 años vendiendo de vez en cuando alguna de ellas.
Los herederos de los antiguos propietarios de los cuadros exigen recuperar estos valiosos artículos. Sin embargo, según los expertos, los documentos que especifican de qué colecciones provenían las pinturas confiscadas en la mayoría de los casos no se conservan, por lo que se cree que la devolución de pinturas puede ser objeto de numerosos litigios.
Irónicamente, aunque Cornelius Gurlitt ahora se enfrenta a la posibilidad de acabar en la cárcel por evasión de impuestos y lavado de dinero, muchas de las pinturas podrían serle devueltas si no se puede comprobar quiénes son sus herederos legítimos.