Los trozos de carne momificada constituyen un hallazgo común en las antiguas tumbas egipcias, ya que la práctica de momificar comida se extendió hasta el final del periodo en que el embalsamamiento fue habitual, en el siglo IV d. C. Se sabe que, por ejemplo, el famoso faraón Tutankamón descansó acompañado de 48 cajas de madera que contenían trozos de carne de res y aves de corral.
Además de las ofrendas de frutas y cereales, a algunos difuntos se les colocaba carne en la tumba, un producto que, según Richard Evershed, bioquímico de la Universidad de Bristol en el Reino Unido, exigía algunas medidas para su conservación. ¿La solución?: momificarla.
Así, con el fin de averiguar qué productos químicos se emplearon para momificar la carne y si los métodos diferían de los utilizados para embalsamar a las personas y sus mascotas, Evershed y su equipo llevaron a cabo un análisis químico de varias muestras de carne momificada, y de las vendas que las envolvían, de tumbas de cuatro momias de nobles del antiguo Egipto que se encuentran en el Museo de El Cairo y el Museo Británico de Londres. Entre las muestras de carne había costillas de res, carne de becerro, de pato y una pata de cabra.
Para algunos de los tipos de carne momificada, como la de becerro y la pata de cabra, el único conservante detectado fue cierto tipo de grasa animal utilizado para untar los vendajes. Sin embargo, el perfil más intrigante lo presentó la carne de res. El vendaje de esa carne momificada contenía restos de resina de un árbol del género 'Pistacia', publicó el equipo en la revista 'PNAS'.
Esta resina se consideraba un artículo de lujo en el antiguo Egipto, afirman Evershed y sus colegas. Según los científicos, se empleaba para la obtención de incienso y barniz para ataúdes de alta calidad, pero no fue utilizado como resina para la momificación humana durante al menos 600 años. Estas investigaciones suponen un avance en el estudio de la carne momificada, un campo que hasta ahora ha recibido poca atención.