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Se estrena en Rusia la “fiesta estropeada del cine polaco”

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La película del director Waldemar Krzystek dedicada al amor trágico de una mujer rusa y un suboficial polaco se estrenó en las pantallas de Moscú y San Petersburgo. Galardonada el verano pasado con los “Leones de oro” durante el 33.º festival del cine polaco en Gdynia, la cinta Pequeña Moscú se v
Se estrena en Rusia la “fiesta estropeada del cine polaco”

La película del director Waldemar Krzystek dedicada al amor trágico de una mujer rusa y un suboficial polaco se estrenó en las pantallas de Moscú y San Petersburgo. Galardonada el verano pasado con los “Leones de oro” durante el 33.º festival del cine polaco en Gdynia, la cinta Pequeña Moscú se vió objeto de una dura crítica periodística debido a la opinión de que estuviera “estropenado la fiesta del cine” nacional, según expresaba uno de los diarios.

“¡Vamos a memorizar este veredicto!”, amenazó otro diario varsoviano en 2009, haciéndole caso omiso a las explicaciones del autor principal. “Los espectadores van a encontrar allí todo lo bueno que puede haber en un cine: amor, risa, lágrimas, grandes dramas y goces, así como una verdad de aquellos tiempos y sentimientos profundos”, insistió entonces Krzystek. “La resonancia política no debe tener importancia en la hora de percibir la película así en Polonia, como en Rusia”.

El tema del enlace entre una representante de los “ocupantes” y un militar del “Voisko Polsko” (Ejército nacional) tras las primeras proyecciones se vio prohibido de la misma manera que el propio enlace había sido prohibido en la década de 1960. Efectivamente, los acontecimientos reales que servían de motivo para el guión corresponden a la víspera de la intervención de las tropas aliadas de Polonia y la Unión Soviética en la República de Checoslovaquia que intentaba establecer un “socialismo con cara humana”.

Absolutamente de acuerdo con los hechos históricos, la pequeña ciudad de Legnica en el Oeste de Polonia, está dividida en la película en dos mancomunidades: la rusa y la polaca, puesto que fue un centro de emplazamiento del cupo militar soviético. Divididas jurídicamente en una “pequeña Moscú” y una localidad autóctona, las dos estaban muy integradas, así en la cinta como en la vida, por vínculos de intereses recíprocos, comerciales y personales.

Paradójicamente –para muchos polacos– la vida y la muerte de Lidia Novikova, una mujer rusa cuyo nombre es recordado ahora en una lápida memorial en el cementerio local, se convirtió en una leyenda por ahí; y eso sucedió antes de que a Waldemar Krzystek le impresionara el tema. No se sabe exactamente si “La esclava del amor”, como la llaman en la localidad, se suicidó o fue asesinada por los servicios secretos luego de la decisión del mando de la guarnición soviética de regresarla a ella y a su marido, piloto militar, a su patria. Sin embargo, su suerte parece muy típica para la época cuando los sentimientos humanos valían tan poco para la sociedad, siendo tan tensos como, probablemente, nunca antes o después.

Entre el reparto de los actores polacos, caracterizados por un profesionalismo excepcional, aparece el nombre de Svetlana Jódchenkova, la actriz rusa que ha desempeñado el papel principal: el de su compatriota que se quedó para siempre en una pequeña ciudad polaca.

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