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La última derviche de Kazajistán

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La viejita chiquitita enjuta y arrugada en un vestido y un chal blancos, está golpeando con el puño la espalda de un joven, arrodillado en frente de ella, le escupe en los ojos miopes, bate sus palmas y lanza bruscamente y firme: "Pues, es todo, ve". El siguiente se acerca a la abuela. Esta situa
La última derviche de Kazajistán

La viejita chiquitita enjuta y arrugada en un vestido y un chal blancos, está golpeando con el puño la espalda de un joven, arrodillado en frente de ella, le escupe en los ojos miopes, bate sus palmas y lanza bruscamente y firme: "Pues, es todo, ve". El siguiente se acerca a la abuela. Esta situación se puede ver estos días en la galería de Yelena Wrublewskaia, donde se abre una exposición de Olesia Bóndareva y Mauri Pasanen, 'La última derviche de Kazajistán'.

En las fotografías y en imágenes de los documentales, la misma viejita. Ella es el custodio de las tradiciones únicas de los sufíes de Asia Central. La legendaria Bifatimá-apa, al parecer, es la última derviche de Kazajistán. La tradición que representa esta mujer es una aleación de la doctrina islámica y las costumbres y rituales locales.

Hace diez años Bifatimá se instaló en una aldea kazaja en las montaña Ungurtas. Los residentes locales desconfiaban de una anciana, que afirmaba que su montaña es un lugar real de la fuerza. Ahora Ungurtas sin exagerar, puede ser llamada un centro internacional de peregrinación. Se incluye en el pequeño Hajj -la peregrinación- que realizan los fieles musulmanes a los lugares sagrados en el Islam. Cada día decenas de personas de distintos lugares y países llegan para encontrarse con Bifatimá, fundadora y custodio de este lugar.

Es curandera conocida, pero no es todo. Es representante de la tradición, 'maestro de maestros'.

Curanderos y sus hijos viven en su casa durante meses y estudian a Bifatimá. Durante mucho tiempo estas tradiciones fueron prohibidas y casi se perdieron, pero Bifatimá logró resucitarlas e iniciar en estas tradiciones a miles de personas.

La palabra 'derviche' significa 'el que abre las puertas'. Y realmente, 'la abuelita', como se le conoce en la vida cotidiana, no sólo ayuda a sanarse a muchos, pero también hallar la armonía y la paz del alma, revelar unos talentos hundidos y encontrar su camino.

Olesia Bóndareva, cineasta de Moscú, y Mauri Pasanen, documentalista finlandés, llegaron por primera vez a ver a Bifatimá hace cuatro años. Entonces la derviche no permitió sacar fotos o hacer la entrevista. Ella dijo: "Pernoctad, mañana ya veremos". Bifatimá cree que cuando una persona duerme, puede ver su verdadera faz, sus intenciones. A la mañana siguiente ella les permitió quedarse.

Con el tiempo, los documentalistas se han ganado la confianza de Bifatimá. Poco a poco, el mundo del misticismo islámico y las tradiciones de Asia Central han sido abiertas a ellos. Esta exposición es prueba de ello. Es sólo una fase del proyecto, que los documentalistas van a realizar –contar al mundo de las tradiciones del misticismo islámico de Asia Central-.

La exposición es hecha casi sin palabras o las etiquetas, solamente los imágines y la música. La misma 'abuelita' nunca deja de recordar que es mejor entender a ella no con razón pero sí con el corazón, y para esto las palabras no son necesarias. A menudo ella habla con los visitantes especialmente en kazajo y no en ruso, aunque domina esta lengua más o menos.

Además de las fotografías en la exposición presentan los cuadros, pintados por Bifatimá. Para los no iniciados son unos ejemplos originales de gráficos con un sabor étnico. En las telas blancas tendidas sobre un marco, están pintados diseños intrincados, en los que se entrelazan las ciudades, animales, personas y plantas. Ella misma llama a los dibujos mapas. De hecho, es algo así como una bendición, que a través de las imágenes se transmite a los seres humanos, que han recibido este tipo de cuadros. Éstas aparecen casi por sí mismas, Bifatimá pinta a menudo durante horas, dejando todos los quehaceres, y no puede parar hasta que termina.

Los organizadores de la exposición están seguros de que todos los visitantes no serán ocasionales. Y esto también tiene su propia mística. Bifatimá, una mujer que cambia la naturaleza del lugar. En su país natal creó un lugar santo de una montaña. En una galería de Moscú, también crea un espacio especial donde cualquier persona, puede tratar de encontrar el consuelo o la curación, e incluso puede ser la respuesta a una pregunta recóndita. La abuela recibe a la gente todos los días. “Aunque la gente aquí tiene necesidad de mí, me quedo”, dice ella.

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