El espacio en las obras de Vasily Kandinsky
El espacio que se abrió al ser humano luego de los exitosos experimentos científicos le dio un nuevo sentimiento y significado. Los pintores trataban de comprender la nueva dimensión espacial visualmente, y de establecer un modelo del universo. En cierto modo, según el famoso crítico de arte ruso Dmitri Sarabiánov, estas relaciones espirituales y artísticas del ser humano con el espacio adelantaba su conquista práctica y científica y a veces influía a este proceso.
Además, el mundo se hizo tan grande y tan infinito que un ser humano, al tratar de entenderlo, sintió inestabilidad, lo que se reflejó en la poesía rusa, por ejemplo. Y superar este sentimiento también fue la tarea del artista del siglo XX.
Las vías principales para resolver estas dos tareas las indicaron dos pintores - Kazimir Malévich y Vasily Kandinsky.
Sus caminos fueron muy distintos. Malévich con la firmeza de un genio e innovador rechazó el mundo real como el objeto a reflejar, no trató de recrear visualmente algo infinito, sino que convirtió las categorías de tiempo y espacio en signos simples. Este movimiento de arte se llamó suprematismo. “Negaba que en el mundo pudieran existir conflictos posibles entre el ser humano y el mundo y con voluntad establecía el nuevo estado de creador que cambia el mundo”, según Dmitri Sarabiánov.
A diferencia de Malévich, Vasily Kandinsky se quedó fiel a los principios de la naturaleza. También eliminó de su creación los objetos como algo que le molestaba para entender el profundo sentido del mundo y, usando su experiencia como paisajista, creó el espacio “condicional, fantástico, que no pretende ser real, pero que por lo menos se puede ver”.
El método tradicional de un análisis de cualquier pintura propone la respuesta a tres preguntas: “¿Qué?”, suponiendo el objeto de la obra, “¿Cómo?”, suponiendo la lengua singular del artista, sus rasgos y su don para reflejar el objeto, y “¿De qué se trata?”, suponiendo el sentido de lo que está mostrado en la pintura. Kandinsky rechazaba el objeto, considerando que mostrar el mundo con los objetos es un enfoque muy superficial. Entonces, a su disposición quedaron las herramientas de forma y color en su estado abstracto. Para Kandinsky, según los críticos de arte, eso es la lengua del mundo. Kandinsky destacaba que a través de la misma forma y color conocemos en el nivel subconsciente el contenido interno del universo, su “sonido limpio que influye directamente a el alma”. Forma y color son el “material verdadero de la poesía, la lengua del mundo”.
Entonces, como el mismo Kandinsky describió en su obra ‘De lo espiritual en el Arte’ (1992), imagina la pintura como “el choque rugiente de mundos diferentes destinados a crear en su combate y por su combate el mundo nuevo que llamamos la obra. Desde el punto de vista técnico, cada obra nace exactamente como nació el cosmos, a causa de catástrofes que partiendo de los caóticos rugidos de los instrumentos, terminan por crear una sinfonía que es lo que se llama música de las esferas. La creación de una obra es la creación del mundo”.
La inaccesibilidad e inmensidad del mundo es un enigma al que Kandinski se acerca con conciencia. Construye sus suposiciones sobre cómo es el mundo basándose en la intuición, en los ímpetus metafísicos, lo que le provoca asociaciones cósmicas. El pintor está situado como si estuviera sobre la superficie de la Tierra, creando con su fantasía mundos que en su turno forman parte del caos, destaca Dmitri Sarabiánov.
Principalmente, sus innovaciones se reducían al reflejo alternativo del espacio.
En el inicio del siglo XX había gran discusión sobre si el universo tiene fin o es infinito. Por una parte, la parte más pequeña del mundo podría encarnar la idea de la existencia de un fin del universo, por que su tamaño es limitado. Por otro lado estaba la teoría del destacado científico ruso Vladímir Vernadski, quién decía que las mismas leyes reinan tanto en astros grandes y en los sistemas planetarios, como en las moléculas minúsculas y puede ser que también en el espacio más reducido de los átomos…. La semejanza del sistema planetario y la estructura del átomo no parece a una coincidencia casual sino la manifestación de la unidad del universo.
En esta unidad Kandinsky se sentía muy bien. En su creación, entre 1910 y 1920, apareció un tema especial de la comparación de los mundos grandes y pequeños. En sus obras grandes los mundos pequeños contrastaban con lo global. Lo global en sus obras se precipita a lo infinitamente grande y los mundos pequeños, a lo infinitamente minúsculo. “En sus grabados, como en la serie de ‘Mundos pequeños’ o ‘Composición VII’, el mundo está cerca pero sigue siendo inmenso a pesar de lo poco que ocupa en el espacio de la obra”, destaca el crítico de arte Dmitri Sarabiánov.
Claro, que el método de Kandinsky no es solo las suposiciones artificiales a base de la intuición. Por ejemplo, su método racional se realizó de conformidad al color y su significado interno. Kandinsky creía que los colores se puede dividir en fríos, calientes, incoloros. Además, destacaba los rasgos psicofísicos de las líneas, formas y colores. Es decir, según Kandindsky, estos pueden provocar las asociaciones de espacio, sentimiento, temperatura, sonido, y estados de armonía o inquietud.
En su obra ‘De lo espiritual en el arte’, hizo un singular diccionario de colores. Así, por ejemplo, el amarillo es “un color típicamente terrestre sin gran profundidad. Enfriado con azul, adopta como dijimos un tono enfermizo. En relación con el estado de ánimo de un hombre, podría corresponder a la representación cromática de la locura; no de la melancolía o la hipocondria, sino de la locura furiosa, la rabia ciega, el delirio….. Naturalmente, la correspondencia entre los tonos cromáticos y musicales es relativa. Así como un violín puede desarrollar tonos muy diversos correspondientes a diferentes colores, también, el color, por ejemplo el amarillo, puede expresarse en sus diversos matices como diferentes instrumentos". Amarillo, según Kandinski, es el color 'agudo' que corresponde al sonido de una trompeta alta o fanfarrias.
“También es comparable al derroche salvaje de las últimas fuerzas estivales con la hojarasca otoñal, a la que falta el tranquilizador azul perdido en el cielo. Aparecen colores de una fuerza desenfrenada, desprovistos de la capacidad profundizadora que encontramos, por el contrario, en el azul, teóricamente en su movimiento físico (que lo aleja del espectador y lo concentra en sí mismo), y también en su actuación directa sobre el alma (bajo cualquier forma geométrica). La tendencia del azul a la profundidad hace que precisamente en los tonos oscuros adquiera su máxima intensidad y fuerza interior. Cuanto más profundo es el azul, mayor es su poder de atracción sobre el hombre, la llamada infinita que despierta en él un deseo de pureza e inmaterialidad.”