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El 'Fidelio' de Beethoven visita el GULAG

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El campamento GULAG Perm-36 se ha convertido en el escenario para una ópera de Ludwig van Beethoven, 'Fidelio'. Por su originalidad y nueva interpretación este espectáculo del director inglés Michael Hunt y el director artistico Georgi Isaakian ha conseguido llenarse.
El 'Fidelio' de Beethoven visita el GULAG

El campamento GULAG Perm-36 se ha convertido en el escenario para una ópera de Ludwig van Beethoven, 'Fidelio'. Por su originalidad y nueva interpretación este espectáculo del director inglés Michael Hunt y el director artistico Georgi Isaakian ha conseguido llenarse.

La orquesta, unos 600 artistas y voluntarios, y el público pasarán de barraca a barraca donde se interpreta un episodio de la ópera. Cada actuación dará cabida sólo a 250 personas, que es precisamente el mismo número de prisioneros que contenía cada barraca.

La ópera se basa en una historia real centrada en la mujer de un rebelde durante la Revolución francesa (1789-1799) que trató de salvarlo disfrazándose como un guardia. Pero en Perm-36 es sólo el inicio de la historia.

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Perm-36 fue un campo en la región de Perm, en una zona premontañosa de los Urales, destinado a los presos políticos acusados de propaganda y actividad antisoviética, y que no se cerró hasta 1988. Ahora es un museo único en su género.

Para el espectáculo las zonas de trabajadores y despachos de los jefes de la prisión, la zona en la que vivían y los refugios debajo de la tierra sirven como decoraciones para diferentes épocas: primero el siglo XIX, después un campo de la época de Stalin y el último episodio es Guantánamo. Michael Hunt subraya que esta prisión para los acusados de terrorismo no está cerrada todavía. Como su compatriota George Orwell, Hant rechaza cualquier presión sobre la persona por parte de la maquinaria del Estado.

"Este espectáculo no es sobre el régimen de Stalin y la época soviética. No he venido para enseñarle a los rusos su historia. Es un sujeto universal. Y el campo para nosotros es un lugar para tratar sobre las opresiones, que es la idea principal de Beethoven. Es importante decir que esa historia puede ocurrir en cualquier época y en cualquier país, sea Rusia, Alemania o Argentina", destaca Michael Hunt.

Para realizar un proyecto tan original –no hay ningún conjunto de ópera que se atreviera a cantar ópera clásica en una zona de régimen severo– los organizadores tuvieron que reconstruir los talleres de los prisioneros, así como el baño y la peluquería donde les peinaban obligatoriamente una vez a la semana, a pesar a la resistencia religiosa de algunos prisioneros musulmanes.

"Ponemos esta ópera para que la gente que estaba condenada por un largo silencio a la exclusión, obtenga voz", destaca Michael Hant en la entrevista al periódico Rossiiskaia gazeta.

El público será trasladado al campo en autobuses para que se empapen de la atmósfera de reclusión que han visto en documentales. Los autobuses son acogidos por 'guardias', 600 voluntarios vestidos como militares. La gente será cacheada y después será invitada al campo.

El estreno se celebró el 3 de julio y se espera que el espectáculo se realice sólo 7 veces. Los autores están seguros de que la obra que proclama el triunfo de la libertad sobre la tiranía es muy consonante con las realidades recientes.

El director musical del proyecto es el director principal del Teatro de Ópera y Ballet de Perm, Valeri Platonov.

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Puede sonar raro, pero en los mismos campos de concentración había teatros. Uno de los más 'famosos' fue uno del coronel Vasili Barabánov en el norte de Rusia, a unos 150 kilómetros hacia el norte del Círculo polar.

El teatro contaba con 200 personas: conjuntos de drama, opereta, orquesta sinfónica y de jazz. Casi todos los prisioneros estaban acusados como enemigos políticos. La mayoría de ellos eran artistas profesionales. Cabe destacar que Dora Petrova fue la solista del teatro imperial de San Petersburgo, el coreógrafo Fiador Redin trabajaba con el conjunto del Teatro Bolshoi, el pianista Vsévolod Topilin fue el primer acompañante del famoso chelista David Óistraj. Estas historias son inagotables. Muchos de ellos fueron a parar al campo tras el cautiverio alemán (durante el régimen de Stalin no confiaban en la gente que había regresado del cautiverio alemán por miedo a que estuvieran 'contratados' y eran políticamente sospechosos).

Trabajaban no sólo frente al público libre, sino también ante los prisioneros. Los soldados que acompañaban a los artistas en sus giras también participaban en los conciertos como boleteros o figurantes vestidos con ropa civil. Vasili Barabánov mandaba a sus artistas comida de una hacienda que suministraba verduras y carne a los jefes de un departamento del campo. A los directores del teatro y la orquesta y a los solistas les entregaban una ración complementaria con leche. Las condiciones de vida también eran mejores en comparación con otros prisioneros, tanto que no tenían que llevar uniforme, entre otras cosas. A los actores principales incluso les redujeron el plazo de su estancia en 8 meses.

Pero las actrices del teatro fueron objeto de elevada atención por parte de los oficiales, los artistas con depresión se suicidaron y cuando disolvieron el teatro (a Barabánov lo trasladaron a otro servicio), los actores volvieron a las condiciones de los prisioneros comunes.


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